Un guionista de novela

Hace diez años escribió el guión de la telenovela más exitosa del último tiempo: Machos. Tiene 38 años, ama la ficción y, desde Nueva York, escribe historias para la televisión. En cada una de ellas plasma parte de su vida y de lo que él llama “sus dos personalidades”.

Por Greta di Girolamo

Cuando supo que su hijo Ariel era homosexual, Ángel Mercader dijo: “Un tipo le metió estas ideas raras en la cabeza”.

Cuando supo que su hijo Sebastián era homosexual, Alfonso Arrau dijo: “Sabía que ese hombre te había seducido”.

La primera es una escena de la telenovela Machos, la segunda una de la vida de su creador, Sebastián Arrau, cuando a los 21 años, antes de irse de la casa, le confesó a sus padres que era gay.

En 2002 Canal 13 estaba en crisis. Sus teleseries fracasaban frente a las de TVN y Fernando Aragón, guionista histórico del canal, propuso la incorporación de escritores jóvenes. “Sebastián Arrau”, sugirió. Verónica Saquel asumió la dirección del área dramática y convocó a Arrau, Carolina Gómez y Pablo Illanes. Un día les dijo: “Un papá lleva al hijo a una casa de putas. El hijo sube a la pieza, la puta vuelve donde el papá y le dice que su hijo no funciona. Y ahí queda la cagada”.

A partir de esa idea el trío escribió el guión de Machos, teleserie que alcanzó un rating de 63 puntos y se exportó a 19 países. Fue nominada como mejor producción dramática en los premios de la Asociación de Periodistas de Espectáculos (Apes) y como mejor serie dramática en los Emmy Internacional de 2003.

“Sebastián es un divo. Es extraordinariamente extrovertido”, dice Aragón a diez años de Machos. Nunca llegaba puntual, era responsable con las entregas y tenía una obsesión: interpretar los personajes que él mismo había creado. El galán, la mala, la bruja. Actuaba la escena completa y el equipo se entretenía mirándolo.

Aragón cree que la clave de su éxito es esa simpatía. Logra tocar problemas sociales de manera entretenida y la gente pasa un rato agradable viendo sus teleseries. Pero tiene críticas: profundiza poco, sus personajes deberían tener más carne y ser menos livianos. “Sebastián me va a odiar. Le carga que le diga que es frívolo, él está convencido de que es una persona extraordinariamente seria”.

A Sebastián Arrau le apasiona la ficción. Ha escrito ocho teleseries, cinco obras de teatro, dos películas y una novela. “Lo único que le falta es hacer un ballet”, dice Aragón. Sobre su regazo tiene la primera novela de Arrau, El Arrebato, que fue publicada el 11 de abril. La historia transcurre en Nueva York y cada personaje representa una parte del autor: Mariana es el instinto femenino, Tomás el raciocinio masculino. Empezó a escribirla en 2002, pero hace poco la retomó. Le quitó romanticismo e incorporó a un nuevo personaje: un escritor que revisa la historia que escribió hace once años.

Doble personalidad

Su nombre completo es Sebastián Alfonso Knut Arrau Herud. En terapia sicológica concluyó que tiene dos personalidades: Alfonso es el nombre de su padre y simboliza su lado más sociable, el que carretea hasta el final. Knut es un nombre noruego, es infantil y sensible. Sebastián es la integración de ambos.

Sebastián viste jeans, zapatos y, sobre su polera, una camisa. La misma tenida siempre. Un bigote despoblado, el pelo corto y desordenado. Al borde de sus ojos se asoman algunas arrugas, lo único que da pistas de sus 38 años.

El padre de Arrau militó en el Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu) durante los años 70 y durante la dictadura la familia se autoexilió tres años a Venezuela. Al regreso matricularon a su hijo en el colegio Francisco Miranda. “El colegio era súper agresivo y politizado. Yo era un niñito muy sensible, asustado. Me hicieron bullying, había harto de Knut. Cuando me cambié al Saint George fue mi venganza. Me hice fuerte y taquillero. Me convertí en Alfonso”, dice Arrau.

Cuando llevaba dos años estudiando teatro en la academia Fernando González, lo llamaron para ofrecerle un papel en la teleserie Loca piel. Leyó el guión, lo encontró malo y llamó a su ex compañera de colegio, la guionista Carolina Gómez. La idea era crear una teleserie propia. Congeló sus estudios y escribió Cerro Alegre para Canal 13, producción que ganó el premio Apes al mejor guión. Era 1999 y Arrau tenía 26 años.

Terminó su carrera convencido de no ser actor, sino guionista, y con los ahorros de Cerro Alegre se fue a Nueva York en 2001. Trabajaba de mesero y arrendaba una pieza en Brooklyn. Cuando quedaban dos estaciones para llegar, era el único blanco del metro. Se enamoró de la ciudad y, cuando viajó a Chile para hacer Machos, prometió volver. Lo hizo hace seis años.

Sus cercanos coinciden en que Chile le quedaba chico: irse a Estados Unidos permitió a sus producciones alcanzar una audiencia internacional, le dio más libertad para crear, sueldos superiores y una cuota de aventura. Pero no era sólo eso. Knut no soportaba la vida que llevaba en Santiago. Tanta sociabilidad, prensa, presión, estrés. En Nueva York logró satisfacer sus dos polos: Knut puede descansar, estar sólo y crear; mientras que Alfonso puede salir con amigos a comer y beber.

Una vida de telenovelas

Todos los días Arrau sale con su computador y se instala en un café. Así tiene contacto con la gente y evita sumergirse en la escritura al punto de desconectarse de la realidad: “Es una locura escribir. Estás muchas horas con cosas que no existen, que no son reales. Escribir es negar un poco la vida, no conformarse con la que uno tiene y crear una nueva. Me siento mucho más contento, a veces, con la vida de mis personajes que con la mía. Es una cosa media esquizofrénica”.

Además de mantenerlo anclado a la realidad, los cafés no tienen internet, entonces no pierde el tiempo. A Sebastián Arrau le desespera perder el tiempo. Por lo mismo no ve casi nada de televisión, lee poco y sólo a veces va al cine. Le angustia no escribir, se obsesiona con avanzar en los guiones aunque no haya apuro y cuando no lo hace se estresa.

Dice que cuando escribe plasma lo que imagina, pero cuando lee se da cuenta de que son cosas de su propia vida. Las hermanas de Cerro Alegre reflejan la historia de su madre, mientras que Machos está inspirada en la relación de los hermanos de su padre. Ambos son sociólogos y viven en una casa en Lampa. Ahí se reúne la familia completa –los padres y sus tres hijos– las dos veces al año que Arrau viene de visita a Chile. “No somos una familia cariñosa, pero somos unidos”, dice Mauricio, el hermano menor y productor de la película Muñeca. La cinta se trata de un homosexual que quiere ser padre, fue dirigida por Sebastián Arrau y ganó el festival internacional de cine de Viña del Mar en 2008.

Arrau compara su infancia con la teleserie que más lo ha marcado: Los Títeres. Artemisa es una adolescente a la que le hacen la vida imposible y, tras una serie de bromas crueles, se va a vivir sola fuera de Chile. Veinte años después vuelve a vengarse. Cómo él, dos niños más se pegaban al televisor en 1984 para ver la historia. Eran José Ignacio Valenzuela y Pablo Illanes, guionistas chilenos que trabajaban en Canal 13 cuando Gómez y Arrau llegaron. Juntos resucitaron el área dramática del canal y hoy trabajan para Telemundo: una de las dos cadenas con contenidos en español más grandes del mundo.

En 2012, Arrau escribió para Telemundo El rostro de la venganza. Es la historia de un niño que sufre bullying en el colegio y mata a sus compañeros. La transmisión terminó el 12 de abril pasado en Estados Unidos, y la cuenta de Twitter de Sebastián ha recibido cientos de mensajes que piden una segunda parte.

Al mismo tiempo escribió la teleserie Dos por uno para TVN. Arrau cuenta que es a la que menos tiempo le ha dedicado. Aún así la producción lidera el rating de las 20:00 horas con un promedio de 15 puntos. Eso significa que cerca de 280 mil hogares en Chile sintonizan el programa.

Arrau está agotado. Nadie que él conozca ha escrito dos teleseries en un mismo año. A pesar de que vivir en Nueva York le acomoda, no planea quedarse para siempre. Le gustaría irse a India a hacer yoga, ser profesor de guión y tener un hijo. “Siento que a mi vida le falta proyección y tiene que ver con mi rollo de ser padre”, dice. Sebastián Arrau piensa en adoptar un hijo o contratar un vientre de alquiler cuando tenga pareja. Pero por ahora está soltero y tomó una decisión que lo acerca a la paternidad: donar espermios a una pareja de lesbianas. Dice que ha sido una de las decisiones más importantes de su vida y está pensando basar su próxima novela en esta historia. Su historia.

Sobre la autora: Greta di Girolamo es alumna de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora Jimena Villegas.