Oculta en su propio planeta

Ilustración: Nicolás Riquelme

Antes de perder el anonimato al descubrir HD 110014b, un cuerpo celeste a 293 años luz de la Tierra, Maritza Soto ya conocía las consecuencias de ser distinta. Una niña que soñaba con ser científica en una familia de abogados. Una mujer que optó por la Astronomía, en un campo tradicionalmente de hombres. Una joven que prefiere armar un puzle antes que salir un viernes por la noche. Una astrónoma que descubrió un planeta, pero sólo quiere pasar inadvertida.

Por Bárbara Castro

Ivanko González trabaja como profesor de Física en el Colegio Sagrados Corazones de la Alameda y en su casa guarda todos los anuarios de las generaciones que ha visto egresar durante sus 15 años de docencia en el establecimiento. González coge el de 2007 y lo empieza a hojear. En la página 188, los amigos de Maritza Soto Vásquez le escriben, entre otras cosas, que su frase típica es que le había ido mal cuando en realidad se sacaba puros sietes, que su regalo útil es una lima para uñas y que esperan que algún día descubra un nuevo planeta.

Hoy, con 25 años, Maritza es astrónoma y su más reciente hallazgo se llama HD 110014b, una masa extrasolar tres veces más grande que Júpiter. La imagen de Maritza no dista mucho de la que adorna su anuario: lentes cuadrados que acomoda a menudo, piel sin rastro de maquillaje y uñas color violeta fosforescente. Es cuidadosa al dar entrevistas. Solo permite visitas durante el almuerzo en su lugar de trabajo, el Observatorio Nacional, ubicado en la cima del cerro Calán en Las Condes, y tras veinte minutos de conversación comienza a preguntar qué hora es y a acortar las respuestas.

No se trata sólo de ella, se siente incómoda con que se contacte a su familia y círculo cercano. Ya tuvo un altercado con un estudiante de periodismo que, según ella, buscó personas que la conocieran a sus espaldas. “A mí no me gusta destacar, prefiero que me dejen tranquila haciendo mi trabajo”, asegura la alumna del Doctorado en Ciencias con mención en Astronomía de la Universidad de Chile. Maritza sostiene que no hay que ser un genio para ser científico y que cualquiera que replique los mismos pasos que ella siguió, podría descubrir un nuevo planeta.

Maritza en su anuario de cuarto medio del colegio Sagrados Corazones de Alameda. Sus compañeros
Maritza en su anuario de cuarto medio del colegio Sagrados Corazones de Alameda. Sus compañeros mencionan que su deseo frustrado era descubrir una estrella. Foto gentileza: Colegio SS.CC.

Cuando Maritza tenía 11 años, sus padres, los abogados Hugo Soto y Maritza Vásquez, se percataron de que el tomo de enciclopedia favorito de su hija era el de astronomía. “En mi familia no había ningún científico, yo fui la primera”, cuenta Maritza Soto. Con el tiempo, los libros con dibujos de planetas fueron reemplazados por la saga Harry Potter. A Maritza no le gusta la ciencia ficción. Si se va a relajar, prefiere dejar los tecnicismos en su oficina en el cerro Calán. “Cuando vi Interstellar me gustó porque era entretenida, no por lo científico”, dice la astrónoma.

El camino al cerro

La distancia que separaba la casa de Maritza, en la comuna Padre Hurtado, con su colegio Sagrados Corazones de la Alameda, equivalía a cerca de una hora en auto cada mañana. El camino incluía transitar frente al campus Beauchef de la Universidad de Chile, donde se ubica la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. “Mis papás veían gente salir del edificio y me decían que esas personas eran muy, pero muy inteligentes”, afirma la joven que hoy se demora el doble en llegar al observatorio, levantándose a las seis de la mañana para encender su computador a las diez en punto. Pasa nueve horas procesando datos frente a una pantalla y ahí emprende el camino de vuelta a la casa que aún comparte con su familia.

“Mis papás siempre me enseñaron que yo tenía que preocuparme de lo mío. Sabía que si estudiaba por mí misma iba a lograr lo que me proponía”, asegura Maritza.

Han pasado ocho años desde que Maritza dejó el colegio, pero su profesor de Física, Ivanko González, aún recuerda cómo las preguntas que ella realizaba fuera de clases solían terminar en escapadas al laboratorio para experimentar. “Ella destacaba porque se notaba que era su sueño”, agrega. Maritza, por su parte, asegura que ni el colegio ni sus profesores fueron importantes a la hora de decidir su futuro. “Mis papás siempre me enseñaron que yo tenía que preocuparme de lo mío. Sabía que si estudiaba por mí misma iba a lograr lo que me proponía”, recuerda Soto, aunque aclara que todo avance en el área astronómica es siempre fruto del trabajo en equipo entre investigadores.

Eduardo Herrera, compañero de curso de Maritza desde séptimo hasta cuarto medio, afirma que si bien su alto rendimiento era conocido por todos, nunca la vio participar en competencias deportivas o de representación estudiantil. Según Eduardo, jamás se encontró con ella en una fiesta, pero sí recuerda su cara sonriente cuando avisaban que la clase de Educación Física se cancelaba.

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“Es un estereotipo el que por ser científicos solo nos guste ver televisión científica”, cuenta la astrónoma. Entre sus programas favoritos están Vestido de novia y Randy al rescate. Fotos por Bárbara Castro

Maritza cuenta que no sale los fines de semana. Prefiere quedarse un viernes por la noche resolviendo puzles o viendo programas como Vestido de novia y Randy al rescate, de la cadena Discovery Home and Health. “Es un estereotipo el que por ser científicos sólo nos guste ver televisión científica”, dice Maritza, y asegura que no es la única, que son varias las compañeras de trabajo con las que puede comentar estos reality show que buscan ayudar a las futuras novias a encontrar el vestido perfecto para su gran día. “Mi talento es pintarme las uñas”, dice riendo Maritza, quien sigue una cuenta de nail art en Facebook para sacar inspiración.

Fue necesario que enviaran un pantallazo de una noticia sobre Maritza y su planeta al grupo de Whatsapp que comparte con sus amigos del colegio para que Kamila Rocha, compañera de paralelo por cuatro años, se acordara de su cara. “Ella era perna y tenía su grupo de amigas pernas, pero nunca le hicieron bullying, lo que era súper común. Solo era la matea del curso”, afirma Rocha, cuyo recuerdo más nítido de la, en ese entonces, futura astrónoma, es su ausencia en los bailes de las alianzas.

Todos los años el grupo de alumnos del electivo de Física de cuarto medio visita el Observatorio Cerro Tololo, en la cuarta región. González vuelve al momento en que a Maritza le tocó observar a través del telescopio. “Esa fue la ocasión en que pudo reafirmar su amor por la física”, cuenta el profesor.

Sentir las estrellas

Hizo falta que Maritza reprobara Mecánica Clásica durante su segundo año de plan común de Ingeniería en la Universidad de Chile, para que se diera cuenta de que lo suyo era la Astronomía. Si bien tuvo que acostumbrarse a ser, muchas veces, la única mujer en la sala, lo más difícil fue lidiar con los ramos que no estaban basados en la física. “Me di cuenta de que amaba mi carrera porque odiaba demasiado las otras”, dice. A Maritza no le gustaban las ciencias en general, sino que la física en particular, y prefiere que cualquier decisión que influya a otros no pase por ella.

Maritza no mira las estrellas. Dice que ningún astrónomo lo hace desde hace medio siglo y que su día a día dista demasiado de la visión romántica con la que llegan muchos a estudiar su carrera. Para encontrar su planeta, Maritza tuvo que mirar una pantalla llena de números. Una tarea asignada por sus profesores, que consistía en monitorear datos del sistema HD 110014, terminó en un cabo suelto. La órbita de la estrella que domina el sistema estaba siendo afectada por una fuerza desconocida.

“Yo confiaba en mis resultados, solo necesitaba convencer a los demás”, dice Maritza, al recordar que su paper fue devuelto dos veces antes de ser aceptado.

Desde el observatorio, José Maza, astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas, cuenta que los investigadores del Centro tienen una lista de planetas sospechosos, algunos cuya existencia ha sido confirmada por estudiantes y académicos del Cerro Calán. ¨Pero nunca nadie había descubierto uno de la nada”, enfatiza el astrónomo.

Maritza no se quedó en la incertidumbre y por iniciativa propia comenzó a ingresar datos externos. “No hay que ser genio de los cálculos para hacer esto, el computador lo hace todo por ti”, dice ella.

Maza explica que lo especial del trabajo de Maritza fue detectar que el movimiento de la estrella no era influenciado sólo por un planeta ya conocido, sino que al restar esas variables se encontró con una vibración de origen desconocido. “Al agregar datos propios, se dio cuenta de que la mejor explicación era la presencia de un segundo planeta”, asegura Maza.

"Ella tiene un buen ojo para los detalles pequeños, y está dedicada a su proyecto”, afirma James Jenkins, profesor guía de Maritza que trabaja junto a ella en el Observatorio Astronómico Nacional.
“Ella tiene un buen ojo para los detalles pequeños, y está dedicada a su proyecto”, afirma James Jenkins, profesor guía de Maritza en la investigación y con quien trabaja en el Observatorio Astronómico Nacional. Fotos por Bárbara Castro

Mientras que la familia de Maritza celebra el descubrimiento del planeta, sus amigos, entre los que se encuentra su profesor guía, James Jenkins, están felices de que ya cuente con un paper de primer autor, algo esencial para cualquier candidato a doctor. “Ella tiene un buen ojo para los detalles pequeños, y está dedicada a su proyecto”, afirma el experto en planetas extrasolares, quien asegura además que van a seguir observando esta estrella, ya que está la posibilidad de que existan más planetas girando a su alrededor.

“Yo confiaba en mis resultados, solo necesitaba convencer a los demás”, dice Maritza, al recordar que su paper fue devuelto dos veces antes de ser aceptado. El réferi elegido por revista de la Real Sociedad Astronómica de Londres, encargado de revisar la investigación y aprobar su publicación, solo le pidió incluir más evidencia. “Hay gente que tiene que hacer todo de nuevo¨, explica la joven.

El pasado nueve de octubre Maritza regresó por primera vez a su colegio. El profesor Ivanko González organizó un encuentro para que los estudiantes de tercero medio de los cursos científicos conocieran la historia de la joven y su planeta. Frente a una audiencia de más de doscientas personas, Ivanko proyectó en la pantalla la crónica que el diario La Tercera publicó sobre el descubrimiento, leyó en voz alta algunos extractos y luego observó cómo las manos de los alumnos se alzaban para preguntar. Ese día, en las mismas paredes donde Maritza había pasado inadvertida tantas veces, ella y su planeta fueron el centro de la galaxia.

Sobre la autora: Bárbara Castro es alumna de tercer año de Periodismo y este perfil es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa impartido por el profesor Andrés Almeida. El artículo fue editado por Valentina Ortiz como parte de su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa.