La ciudad que aprendió a correr

Al pasear por las calles de Santiago es común cruzarse con personas trotando, sin embargo no siempre fue así. Julia Martínez, profesora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica, es runner hace quince años. A través de su testimonio, dimensionamos cómo ha cambiado la vida de los corredores en la capital.

Por María de los Ángeles Wahl.

Julia Eugenia Martínez, periodista y profesora de la Facultad de Comunicaciones UC, se enamoró de correr largas distancias, después de experimentar en carne propia una carrera de 5 kilómetros, que debió cubrir para la BBC cuando vivía en Inglaterra. A su regreso a Chile, el año 2000, comenzó a trotar y a aprender sobre el tema. Comenzó con los 7K de Nike. En la actualidad sigue participando en corridas y maratones, compite en los 10K y ha ganado medallas.

Recomendados para correr 
Julia recomienda el Parque Padre Hurtado, porque en las mañanas de invierno, a pesar del frío, el paisaje es precioso, el lugar está escarchado, el aire es fresco y se ve la cordillera nevada en primer plano. El Cerro San Cristóbal también es una buena opción, pero es más cansador por las subidas.

El principal cambio que Julia ha notado en la ciudad, desde entonces hasta ahora, es el número de personas haciendo ejercicio en las calles y el aumento de competidores en las carreras. Este año asistieron cerca de 28 mil corredores a la maratón de Santiago, mientras que hace quince años la concurrencia bordeaba los mil competidores.

Antes, cada uno contaba con un espacio amplio para correr, en cambio ahora los competidores corren tan cerca unos de otros que hasta se pueden sentir la respiración. Julia cuenta que el promedio de edad entre los corredores es de treinta a cuarenta años, pero que cada vez se cruza con más jóvenes. Han aumentado los que se dedican a las carreras de larga distancia y que tienen un entrenador personal. Ella se ha sumado a la tendencia, con dos entrenadores, uno para la semana y otro para los fines de semana.

La seguridad es otro factor que ha cambiado en los últimos quince años, según Julia Eugenia Martínez, por el aumento de ciclistas. Julia cuenta que al salir a trotar por los alrededores de su casa o por el bandejón de Pocuro, tiene que tener el doble de cuidado de que no la atropellen por la cantidad de bicicletas que van por la ciclovía. Se recomienda, que los corredores usen ropa reflectante o luces intermitentes en su indumentaria.

Además hay que considerar el aumento de automóviles, que ha llevado a los corredores a tener más precaución en los cruces; Julia Eugenia cuenta que los runners tienen una broma común ante el riesgo de ser atropellados: “lo importante es llegar a la partida”.

El creciente flujo vehicular también ha influido en la contaminación atmosférica, lo que produce un ambiente menos propicio para practicar deportes, aunque Julia dice que ese cambio no lo ha notado, ya que los corredores jamás dejarían de hacer deporte por algo así. “Si se puede respirar, se puede correr”, asegura ella.

Julia Martínez en el podio de la Corrida Brooks.

Los cambios positivos

En los últimos quince años se han habilitado más senderos para trotar y el alumbrado público también ha mejorado, lo que ha motivado a que más gente salga a correr de noche. Además las autoridades han empezado a considerar a los corredores parte del paisaje urbano, por ejemplo, Julia cuenta que todos los domingos por la mañana la municipalidad de Providencia, cierra las calles Pocuro y Sánchez Fontecilla, entre otras vías, para que los corredores y ciclistas puedan transitar.

Hace quince años, lo necesario para salir a trotar era un par de zapatillas y motivación. Con el tiempo, la actividad se ha vuelto más sofisticada. Existen diversos tipos de zapatillas, poleras dryfit de todos los colores, calzas largas para el invierno y cortas para el verano, relojes especiales, brazaletes para poner el reproductor de música y audífonos inalámbricos.

Se organizan más corridas que antes, y los precios han cambiado. Hace quince años, Julia pagaba como mucho $3.000 en la inscripción, ahora se rehúsa a pagar los $20.000 que cuesta la maratón de Santiago. Los premios son de inferior calidad y no siempre entregan medallas.

Sobre la autora: María de los Ángeles Wahl González es alumna de primer año de la Facultad de Comunicaciones UC y escribió este artículo como colaboradora de Km Cero, guiada por el Editor General de Km Cero y profesor del Taller de Edición en Prensa Escrita, Enrique Núñez Mussa.