Una porción de Papas Fritas

Ilustración Mathias Sielfeld

El artista Francisco Tapia, más conocido como “Papas Fritas”, explica el motivo de su polémica obra que terminó abruptamente en el GAM, Ad Augusta per Angusta: librar a los estudiantes y a la sociedad del miedo y la represión. “Fue súper emocionante, estaba nervioso y feliz. Tranquilamente fui quemando uno por uno los pagarés, sintiendo al otro completamente. Fue como cortar cadenas”, dice.

Por Catalina Gramsch

Solo tres días duró la obra Ad Augusta per Angusta: el lema de la Universidad del Mar, que en latín significa “a las alturas por caminos angostos”. Junto a un video de su autor y una van con el logo de la universidad, la parte central de la obra mostraba un recipiente con las supuestas cenizas de pagarés con la deuda de cientos de estudiantes con la universidad. Los documentos fueron avaluados en 500 millones de dólares y debido a una investigación en curso por la pérdida de estos, el pasado jueves 15 mayo, la Policía de Investigaciones incautó las cenizas y puso fin a la obra expuesta en el Centro Cultural Gabriela Mistral.

“Usando mis tres cerebros, estómago, mente y corazón, comencé a planear los pasos a seguir”.

En diciembre de 2012, los estudiantes se tomaron la sede de Reñaca de la Universidad del Mar. A través de medios online y amigos cercanos, Francisco Tapia, de 30 años hoy, se enteró de que el Fisco estaba tras los pagarés en la universidad. Fue entonces cuando, dejando su modo impulsivo de actuar, investigó con calma el tema. Al darse cuenta de que podría quemar los pagarés y salir limpio, dijo “vamos”.

Lo primero fue inmiscuirse en la toma. En una van, junto a Ariel Zúñiga, dueño del vehículo, amigo y asesor jurídico del artista, llegó a la sede central de la institución en Reñaca. Allí, mientras Zúñiga ayudaba con asesorías legales a los alumnos, Tapia se presentó con los estudiantes, les mostró sus trabajos y proyectos, y les explicó que quería realizar una intervención que mostrara lo que estaba ocurriendo en la toma. Jamás dijo nada relacionado con quemar los pagarés. “Pero a mí no solo me interesaba la intervención, también hice investigaciones para ayudarlos a sobrellevar sicológicamente el peso de una toma tan larga”, cuenta Papas Fritas.

Juan Pablo Figueroa, periodista de Ciper Chile que estuvo en la toma, cuenta que a medida que los estudiantes fueron encontrando documentos, se dieron cuenta de que no solo tenían el poder sobre la sede de Reñaca, sino que contaban con documentación que probaría el “fraude” efectuado por la Universidad del Mar. Los alumnos tenían las pruebas del lucro en sus manos.

En los documentos encontrados había actas de directorio, contratos de arriendo, talonarios de cheques, y traspasos de bienes y de dineros. Dentro de la desesperación de los alumnos por no saber qué hacer con toda la documentación, apareció Tapia. “Él empezó a decir que había que quemarlo todo, siendo que los documentos eran pruebas importantes que armaban la historia financiera de la universidad”, asegura Figueroa.

Evelyn Sánchez, estudiante de sicología que permaneció durante toda la toma en el edificio de Reñaca, agradece la ayuda que Tapia y su amigo Ariel Zúñiga les otorgaron. “Ellos vinieron a apoyarnos. Desde lo artístico, Papas Fritas realizó distintas intervenciones y, gracias a Ariel, recibimos mucha asesoría legal”, dice Sánchez mientras recuerda la performance del artista en Semana Santa, cuando se disfrazó de sacerdote.

Paralelo a las intervenciones, Francisco Papas Fritas tenía su objetivo muy claro. De noche, cuando todos dormían, buscaba el lugar donde se guardaban los papeles con las deudas. “En mi búsqueda me di cuenta de que había una sala estilo bóveda, me puse a buscar las llaves que estaban por todos lados y fui probando. Finalmente, una le hizo… Y allí estaban”, recuerda Tapia.

De a poco y para que los estudiantes no lo notaran, el artista fue sacando los documentos. En ocasiones, los mismos alumnos ayudaron a cargar sin saber lo que llevaban dentro, pues Tapia se excusaba diciendo que era material para su próxima obra. Además, el artista se preocupó de poner papeles en remplazo para no levantar sospechas.

“Un día Papas Fritas llegó y nos dijo que quería llevarse documentos, ambos nos habían ayudado mucho, así es que nosotros confiamos en ellos. Les dijimos que sacaran lo que quisieran y jamás supimos que eran los pagarés”, cuenta Sánchez, quien recuerda que luego de que Tapia se retiró de la toma, funcionarios de la universidad llegaron a buscar los documentos. Al darse cuenta de que no estaban, dieron aviso de que los estudiantes se habían robado los documentos.

Lejos de la universidad, lentamente Papas Fritas fue quemando los documentos uno por uno, “para sentir al otro y librarlo de la deuda”. Tapia recuerda: “Fue súper emocionante, estaba nervioso y feliz. Tranquilamente fui quemando uno por uno los pagarés, sintiendo al otro completamente. Fue como cortar cadenas, y cuando ya no habían papeles que quemar, se terminó”.

“Creo que en tu interioridad y en cómo vas tomando las cosas cotidianas de la vida uno se va encontrando a sí mismo”.

El pasado de Tapia tiene estrecha relación con sus intervenciones. Hechos como nacer en un hospital público, haber vivido en una población, un padre con problemas de alcoholismo y ser expulsado del colegio, dice, lo han marcado y también a sus obras.

El artista sufre de agorafobia, por lo que evita estar en situaciones o lugares en los cuales sea difícil escapar o no pueda recibir ayuda en caso de una crisis de pánico. Su primer episodio fue a los 16 años, luego de que lo expulsaron del liceo artístico en que estudiaba. Desde ese día supo que no quería continuar con su formación escolar. Terminó lo más rápido que pudo la educación media en un 2×1, y se dedicó a estudiar arte de manera autodidacta.

“Yo tengo problemas con salir a la calle porque me da miedo que me dé una crisis de pánico, pero cuando tengo que hacer cosas que me motivan más allá de mí, pierdo el miedo”, dice Tapia, agregando que solo cuando se da cuenta de que una situación importa más que él mismo, es capaz de salir y, por ejemplo, va a Reñaca a quemar documentos financieros.

“Cuando nos damos cuenta de lo ficticio que es todo podemos acabar con ellos, podemos actuar y mostrar la fragilidad del sistema”.

Francisco Papas Fritas deja de hablar y toma un vaso. Entonces me pide que lo sostenga y le ofrezca agua para beber. Cuando le entrego el vaso vacío, él se lo acerca a la boca, simula probar un líquido y, haciendo una mueca de asco, lo deja caer al suelo. “Ese es el gesto que tiene que hacer la sociedad con el sistema. Tienes que poder ver que lo que hay dentro de ese vaso, que todos hemos sostenido y decidido que es rico, es en realidad un asco”, dice Tapia, y comenta que las personas deben aprender a emanciparse, librarse del auto-dictador que está dentro cada uno: “de eso que te genera miedo e impide actuar”.

Con la exposición de las cenizas, el artista sabía que develaba una fragilidad del sistema. El buscó dejarla al descubierto y propiciar así “espacios de emancipación en las personas, hacerles creer que es posible sostener otra ficción que no sea la creada por las estructuras de poder”.

“El miedo es el gran capital subjetivo que tiene el sistema actual contra la población”, asegura Tapia, quien aspira a que su obra sea un referente para que las personas pierdan el miedo y dejen de creer en el concepto “malformado” de que un título universitario es un título de nobleza.

En respuesta a quienes lo han llamado “terrorista”, Papas Fritas corrige y dice que él es un “errorista”, pues no busca causar terror, sino develar los errores que existen. En ese sentido, su obra Ad Augusta per Angusta se enmarca en un fin mayor que guía cada una de sus intervenciones: “Mi referente no son los artistas, sino las situaciones y acciones sociales. Soy un convencido de que el activismo puede llegar a solucionar problemáticas sociales”.

Abdón Julio, presidente de la federación de la Universidad del Mar en La Serena y vocero estudiantil, cree que la quema de los documentos no soluciona los problemas de los estudiantes, pues no les garantiza el egreso ni la titulación. “Que se hayan quemado o no, no nos ayuda mucho. Muy por el contrario, nosotros consideramos que lo único que se está haciendo, es desvirtuar el foco del problema”, dice Julio.

A pesar de que la obra en sí –la van expuesta en el GAM– terminó cuando la camioneta abandonó el centro cultural GAM el 18 de mayo pasado, Tapia dice que le regaló su obra a los estudiantes, desencadenando un sinfín de manifestaciones espontáneas, como cuando Ariel Zúñiga, en el vehículo que portaba las cenizas –y que hoy está incautado por carabineros–, arremetió contra las barreras de seguridad instaladas fuera del Congreso el 21 de mayo pasado.

Francisco Papas Fritas ya se desligó de su obra y, dice, está orgulloso de entregarla a la sociedad: “Lo que yo hice fue abrir una brecha, lo importante ahora es que el resto sea capaz de ampliarla aún más”.

Sobre la autora: Catalina Gramsch Silva es alumna de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Sebastián Rivas.