Un futuro sin esperanza

Ilustración: Edo Jiménez

Katniss Everdeen, protagonista de la saga Los juegos del hambre, además de sobrevivir a la pobreza en una Norteamérica post apocalíptica y triunfar en un peligroso reality show, hacia el final de la saga lideró una rebelión contra la dictadura de la nación ficticia Panem. La autora, Suzanne Collins, presenta así un futuro gris, en el que la tecnología más avanzada se mezcla con la miseria y la guerra. Falso, pero posible. Un escenario distópico.

Por Diego Escobedo

La distopía es un subgénero literario en el que se describían escenarios futuros negativos, marcados por la opresión, los conflictos bélicos y las carencias del ser humano. Surge como antónimo a la utopía o futuro ideal. Ambas palabras son de origen griego, de modo que distopía está compuesta por el sufijo “düs”, de connotación negativa, y por “topos”, que significa “lugar”, por lo que se puede traducir como “mal lugar”. La expresión la popularizó el filósofo y político inglés John Stuart Mill en un discurso ante el parlamento inglés en 1868, como una forma de ironizar sobre la política de tierras en Irlanda, la cual tildó de “distópica”.

Al comienzo, este subgénero mostraba futuros ficticios con énfasis en la descripción política y social. Los relatos reflejaban los temores al control estatal y a las revoluciones socialistas. Nosotros (1921), del escritor ruso Yevgeni Zamiatin, es uno de los primeros libros que expone una distopía. La novela fue escrita como una parodia de la recién formada Unión Soviética, y describe un mundo futuro donde no existe la intimidad, ni la propiedad privada y el amor está prohibido. Las paredes son de cristal y las personas en lugar de nombres se identifican con números. El protagonista, D-503, es el constructor de una nave espacial destinada a expandir la hegemonía del “Estado único” a otros planetas, pero se enamora de una mujer llamada I-330, entrando en problemas con el régimen.

La distopía es un subgénero literario en el que se describían escenarios futuros negativos, marcados por la opresión, los conflictos bélicos y las carencias del ser humano.

La novela sirvió como inspiración para el autor inglés George Orwell, quien en 1948 escribió su clásica distopía 1984. Orwell, un socialista disidente, escribió la novela como una crítica a los totalitarismos de izquierda y derecha. El protagonista, Winston Smith, vive en un mundo divido en tres grandes súper estados totalitarios enfrentados en una perpetua Tercera Guerra Mundial. La patria de Winston, Oceanía, se encuentra gobernada por el todopoderoso Big Brother, quién ejerce un implacable control de vigilancia con cámaras y micrófonos repartidos por todos lados. La historia de Winston comienza cuando se enamora de Julia, una mujer que al igual que él busca rebelarse contra el sistema opresor.

1984 es una de las tres distopías más populares, junto a Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley, y Farenheit 451 (1953) de Ray Bradbury. En la primera, Huxley hace referencia al capitalismo industrial y narra una sociedad dividida en castas, en la que los humanos ya no nacen por medios naturales, sino que son creados mediante ingeniería genética y condicionados durante toda su vida para ocupar un determinado puesto en una sociedad aparentemente eficiente y próspera, en la que no existe el sufrimiento, la guerra ni la pobreza, pero tampoco la familia, el arte ni la diversidad. En la obra de Bradbury se describe un mundo donde la palabra escrita está prohibida y los bomberos en vez de apagar incendios, los crean para quemar libros, manteniendo a la población ignorante y sumisa a un gobierno totalitario.

Los tres libros más conocidos que elaboran historias distópicas. Foto: Diego Escobedo.
Los tres libros más conocidos que elaboran historias distópicas. Foto: Diego Escobedo.

Una de las primeras películas que podemos enmarcar dentro de este subgénero es la alemana Metrópolis (1927) de Fritz Lang, cinta ambientada en una megalópolis del siglo XXI, donde los obreros viven confinados en guetos subterráneos, mientras la clase alta lo hace de forma acomodada en enormes rascacielos. La película, junto con exagerar los vicios de la industrialización, refleja muchas de las ideas asociadas al nazismo que compartía la guionista, Thea von Harbou, como la economía corporativista y la inferioridad de la clase proletaria.

Con la inclusión de temas como la guerra nuclear y el mundo post apocalíptico, la distopía pasó a ser empleada para contar historias más cercanas a la ciencia ficción. Ejemplos de ello son películas como El planeta de los simios (1968), Mad Max (1979) y Blade Runner (1982).

En la ópera prima de George Lucas THX 1138 (1971), el creador de Star Wars presenta un mundo en el cuál las emociones están prohibidas, con reminiscencias a Nosotros y Un mundo feliz. Las personas llevan números en lugar de nombres, y habitan en una ciudad subterránea altamente tecnológica. El protagonista, THX 1138, interpretado por Robert Duvall, se enamora de su compañera de cuarto, LUH, lo que los lleva a ser detenidos por la policía robot de la ciudad.

Con la inclusión de temas como la guerra nuclear y el mundo post apocalíptico, la distopía pasó a ser empleada para contar historias más cercanas a la ciencia ficción. Ejemplos de ello son películas como El planeta de los simios (1968), Mad Max (1979) y Blade Runner (1982).

Recientemente, las distopías también han tratado distintas temáticas del presente, como la contaminación (Interestellar, 2015), la eugenesia (Gattaca, 1997) y el terrorismo (V de Vendetta, 2005). En Interestellar, el director Christopher Nolan presenta un mundo en que el cambio climático y la falta de alimentos han empujado al hombre a buscar otro planeta para que la raza humana pueda sobrevivir. Mientras que en Gattaca, protagonizada por Ethan Hawke y Uma Thurman, la manipulación genética ha avanzado a tal grado que a las personas se les asigna un trabajo en función de su ADN, dejando atrás currículums y méritos propios. En el futuro descrito en V de Vendetta, basada en la novela gráfica de Alan Moore, tras una serie de atentados bacteriológicos en Londres, un gobierno totalitario llega al poder en Inglaterra, el cual es combatido por un misterioso terrorista conocido como “V”.

Distopías chilenas

En Chile, este subgénero ha sido desarrollado principalmente en el cómic. El dibujante Themo Lobos fue uno de los primeros en tratarlo en la revista Mampato, en el capítulo Rena en el siglo XL (1969). En dicho cómic, el protagonista de la historieta, Mampato, un niño de diez años, viaja en el tiempo al siglo XL donde descubre que el mundo ha sido destruido por una guerra nuclear y éste se encuentra habitado por diversas razas de mutantes producto de la radiación. Allí conoce a una niña llamada Rena, una mutante telépata con la que entabla una amistad que los lleva a vivir diversas aventuras en los sucesivos números de la revista.

Themo Lobos creó una distopía para una de las aventuras de su personaje Mampato.
Themo Lobos creó una distopía para una de las aventuras de su personaje Mampato. Foto: Diego Escobedo.

El Secreto de Rings (2010), del ingeniero Omar Vega, es una novela ambientada en el siglo XXIV, que describe con rigurosidad científica un futuro en que la humanidad se ha expandido por el sistema solar, pero que no ha logrado inventar una tecnología que le permita ir más allá. Lo que ha conducido a los humanos a estancarse en una era de decadencia, en que las colonias viven sometidas al imperialismo del gobierno central en la Tierra.

También existen cuentos que califican como distopía. Lamentos, de Teobaldo Mercado, publicado en la antología de 2005, Años luz, narra un Santiago en ruinas y arrasado por una invasión alienígena. Dino bonsai de Francisco Ortega, que apareció en Cuentos chilenos de ciencia ficción (2011), describe un escenario similar, en que las grandes ciudades han sido evacuadas ante el peligro de una invasión extraterrestre, produciendo un éxodo masivo al campo.

Otra distopía que está escribiendo Ortega es Santiago de Chile. Novela escrita por entregas que está publicando la Revista Capital. Ambientada en el 2036, el autor de Logia describe un mundo en que el terrorismo nuclear y el primer contacto con vida extraterrestre han hecho estragos en el mapa político mundial. La acción parte cuando el misterioso multimillonario Santiago Urbano, también conocido como “Santiago De Chile”, reaparece tras diez años en el anonimato.

El futuro en viñetas

Fotografía gentileza de Nicolini
Enzo Nicolini y Claudio Bergamin, autores del cómic Tricentenario. Foto: Gentileza de E. Nicolini.

La novela gráfica Tricentenario (2014), con guion de Enzo Nicolini y dibujada por Claudio Bergamin presenta Santiago en 2109. La ciudad se prepara para celebrar el tricentenario con una capital llena de rascacielos gigantes, autos voladores y avisos holográficos. No obstante, problemas del presente como la contaminación y la desigualdad no sólo persisten, sino que han empeorado.

La historia parte cuando el detective Vicente Lobos, radicado en Valparaíso, debe viajar a Santiago para resolver el misterio de una joven desaparecida en las redes de la farándula santiaguina, que en el relato es una de las pocas vías de ascenso social. En conversación con Km Cero, Enzo cuenta más sobre la novela gráfica.

— ¿Cómo surge tu interés por retratar el Santiago del futuro?

— Surgió cuando en el gobierno de Lagos se empezó a hablar de: “Llegar al bicentenario como un país desarrollado”. Meta que finalmente no se cumplió, y que luego el gobierno de Piñera corrió para 2018, bicentenario de la firma del acta de independencia y que tampoco se cumplirá. Cuando se anunció, me pareció una meta ambiciosa y motivante, pero veía que la mayoría de mis conocidos lo tomaban como una mentira más de los políticos. Empecé a prestar atención a lo que la gente decía y uno de los comentarios más repetidos era que independiente a lo que anuncien, todo seguirá igual. Ahí me di cuenta de que había material para una buena historia.

— ¿En qué obras te inspiraste para armar el mundo de Tricentenario? ¿Blade Runner, quizás?

— Blade Runner aparece como una influencia obvia cuando uno lo ve, por la estética y por la mezcla de ciencia ficción con novela negra, pero creo que las comparaciones no pasan de ahí, de los temas de forma. Siento que influencias mucho más fuertes fueron películas de ciencia ficción de Paul Verhoeven como Robocop o Total Recall e incluso Starship Troopers, aunque me gusta bastante menos. El tono que traté de plasmar es muy similar al de esas películas, donde se mezclan el drama intenso, la ultra violencia y el humor negro, todo lo anterior en un contexto de sátira social y política. Eso y cómics de ciencia ficción que también incluyen sátira como Transmetropolitan de Warren Ellis o City of tomorrow, de Howard Chaykin, creo que serían referencias bastante más precisas en las que me inspiré para el Santiago del futuro.

— Si bien es una historia ambientada en el futuro, tiene mucho del presente, exagera hechos actuales como la farándula y la contaminación. ¿Haber cruzado géneros como la ciencia ficción y la novela negra te permitió conseguir la crítica social que buscabas?

— En efecto, la idea siempre fue hablar del presente, lo cual es una práctica habitual en cierto tipo de ciencia ficción. La novela negra es por definición un género que se mete en los rincones más oscuros de la sociedad, donde generalmente el ciudadano de a pie se enfrenta a los grandes poderes. Parecía la combinación lógica de factores para lograr lo que buscaba. Además, pienso que la novela negra es un género que funciona muy bien en Chile, como han probado varios escritores nacionales, a diferencia de otros géneros comunes del cómic, como los superhéroes, que no funcionan muy bien en este país, ya que requieren una mirada más colorida y optimista del mundo. El pesimismo a flor de piel que tiene el chileno me llevó a pensar que debía exacerbar todo lo que nos hace quejarnos hoy en día: la proliferación de programas de farándula, la desigualdad, la contaminación.

Sobre el autor: Diego Escobedo es estudiante de Periodismo y escribió este artículo como colaborador de Km Cero.