Un desafío a escala mayor

Fotos por Macarena García Charad

La pianista Mahani Teave (33) y su esposo Enrique Icka (31) lideran la fundación que el 10 de abril inauguró la primera escuela de música autosustentable de Latinoamérica. El lugar: Isla de Pascua. En la escuela, construida a través de la ONG Toki, 70 alumnos podrán estudiar piano, violín, chelo y ukelele sin tener que viajar al continente. Sin embargo, aún hay partes de la escuela sin terminar y los directores de la organización luchan por conseguir ingresos que la sustenten en el futuro.

Por Macarena García Charad, desde Hanga Roa

Enrique Icka (31) se sube al escenario de la recién inaugurada escuela de música Toki frente a unas treinta personas, en su mayoría rapa nui. La gente se sienta en las sillas dispuestas frente a la escuela, a pesar de que están todavía sucias con barro por la lluvia de esa mañana. Familiares de los alumnos y de los miembros de la organización, además de voluntarios chilenos y extranjeros, se relajan ahora que la mayoría de la gente se ha ido. La presentación de Icka es la clausura de dos días de celebración por la apertura de la escuela de música de la ONG Toki y el trabajo de más de dos años de construcción del edificio.

La invitación a la ceremonia de inauguración del día anterior, 8 de abril, sugería que la tenida de los asistentes fuera ancestral o polinésica. Autoridades y personalidades, tanto del conti –como le dicen los rapa nui a Chile continental- como de la misma isla, cumplen con el requisito vistiendo guayaberas, vestidos sueltos de colores y coronas de flores. Francisco Chahuán Senador de la V Región y Pedro Edmunds Paoa, Alcalde de Isla de Pascua, están entre el público, mirando atentos mientras Mahani Teave y Enrique Icka presentan a los niños que interpretarán piezas en piano, violín y ukelele.

Mahani Teave y su marido Enrique Icka inauguraron la escuela con una presentación que hicieron.
Mahani Teave y su marido Enrique Icka fundaron la ONG Toki para desarrollar la escuela.

El escenario, enmarcado a los lados por dos tanques recolectores de aguas lluvia revestidos con cemento y botellas recicladas, está repleto de niños esperando su turno para tocar. Son tantos los asistentes a la inauguración que las sillas no son suficientes y deben pararse atrás y a los lados para ver el espectáculo. Un hombre de barba y pelo blanco, con plumas del mismo color en la cabeza, se sube al escenario a bendecir la escuela. Recita frases en rapa nui y alza las manos al cielo azul y despejado de la isla. Con estos ritos se da inicio a las presentaciones de los alumnos y al primer concierto oficial de la escuela de música Toki.

El proyecto surgió de un grupo de jóvenes pascuenses que tuvieron que dejar su hogar para estudiar en el continente. Liderados por Mahani Teave (33), reconocida pianista a nivel internacional y Enrique Icka (31) arquitecto y músico crearon la ONG Toki, a través de la cual empezaron a gestionar clases de música para los niños de la isla. La pareja, que se casó hace tres meses, comenzó a conseguir instrumentos y un lugar para enseñar. La escuela empezó a funcionar de forma provisoria usando el piano de la iglesia católica de Hanga Roa. Los instrumentos fueron llegando gracias a donaciones de privados, pero aún no tenían un lugar propio para tocar. Durante cuatro años, los 25 alumnos de música practicaron en el centro juvenil, al lado de la iglesia del pueblo.

Salomón Teao lleva dos años trabajando en la construcción de la escuela. Además, acogió en su casa a los voluntarios, quienes instalaron carpas en su patio.
Salomón Teao lleva dos años trabajando en la construcción de la escuela. Además, acogió en su casa a los voluntarios que instalaron carpas en su patio.

Desde que Enrique Icka donó hace dos años el terreno donde hoy está la escuela, el trabajo no ha parado. Más de 70 voluntarios de distintos países llegaron a la isla a ayudar con la construcción. Gran parte de los voluntarios viajaron motivados por el diseño autosustentable de la escuela, que estuvo a cargo del arquitecto Michael Reynolds, experto en la construcción ecológica EarthshipBiotecture. Mahani y Enrique le pidieron a Reynolds que diseñara la escuela tras ver Garbage Warrrior, documental protagonizado por Reynolds. “En ese entonces, justo viajamos a EE.UU. logramos contactarlo y pudimos ir a verlo. Le preguntamos si nos podía ayudar con el diseño de la escuela y dijo que sí. Lo trajimos para acá y generamos este primer encuentro para hacer los diseños”, cuenta Enrique.

La construcción autosustentable de la escuela era parte fundamental de la idea de la ONG. La estructura contó con materiales reciclables como neumáticos, cartones, botellas de vidrio, plástico y latas de aluminio. La integración de estos elementos no sólo evita el uso de otros materiales de construcción traídos del continente que generan más residuos, sino que alivia a la isla de la carga de basura que enfrenta a diario. Por ejemplo, las 18 toneladas de cartón que se utilizaron para construir, equivalen a más del 100% de los desechos de papel y cartón que produce la isla mensualmente. “Acá con la construcción, se resuelve el tema energético, de residuos, de las aguas negras que se tratan de manera natural con raíces y piedras y los colectores de aguas lluvia. Es totalmente independiente”, explica Mahani.

Las botellas de vidrio permiten que se utilice menos cemento y, al mismo tiempo, entregan más luminosidad al interior de las salas de las escuela.
Las botellas de vidrio permiten que se utilice menos cemento y, al mismo tiempo, entregan más luminosidad al interior de las salas.

Tras dos años de trabajo de más de 400 voluntarios, la escuela ya está casi lista para albergar a los 70 estudiantes que hoy aprenden a tocar piano, violín, chelo y ukelele. Son cinco los profesores que trabajan ahí, uno para cada instrumento, además de uno que enseña teoría musical. Hasta ahora el proyecto se ha apoyado en lo que contribuyen los 120 socios de la ONG lo que, en total, equivale al sueldo de un profesor y medio, además de los aportes de empresas que se han sumado, ayudando en la construcción y con la donación de instrumentos. Sin embargo, el futuro económico de Toki es incierto.

“Todos los días alguien me golpea la puerta y me dice: ‘¿Podría mi niño tener clases de piano?’. Pero, tenemos todavía un número reducido de profesores, no podemos atender a tantos niños”, dice la profesora de la escuela Ximena Cabello.

Mahani sabe que mantener la escuela no será sencillo. “Lo que es más difícil es el tema de la ayuda permanente. Te dan una ayuda una o dos veces, pero después hay que estar buscando a otras personas. Por eso, estamos buscando formas de auto sostener este proyecto, por un lado, con los socios y por otro también queremos incluir a la escuela en un circuito de turismo ecológico y cultural”, cuenta.

Ximena Cabello es la profesora de piano de la escuela. Fue quien le enseñó ese instrumento a una joven Mahani, quien se tuvo que ir a vivir a Valdivia para seguir sus estudios de música. Después de trabajar junto a ella en el continente y de vivir en la isla por más de dos años, Cabello ya conoce la realidad rapa nui y las dificultades a las que se enfrenta la escuela. “Hemos tenido mucha colaboración, pero mantener un centro de formación musical en el tiempo es un proceso difícil, porque la formación musical de un niño empieza a los 5 años y termina a los 17. Es un largo periodo que tenemos que sustentar”, explica. “Todos los días alguien me golpea la puerta y me dice: ‘¿Podría mi niño tener clases de piano?’. Pero, tenemos todavía un número reducido de profesores, no podemos atender a tantos niños”, dice Cabello, rodeada de sus alumnos a minutos de que empiece la inauguración. En un principio, las clases se impartían de manera gratuita, pero a medida que fue aumentando el número de alumnos, se invitó a las familias a hacer un aporte voluntario sólo cuando tuvieran la capacidad de realizarlo, que suele ser de 10 mil pesos mensuales.

Rocío, Agustín, Vicente y Miru, alumnos de piano y chelo, juegan antes de la inauguración de su escuela.
Rocío, Agustín, Vicente y Miru, alumnos de piano y chelo, juegan minutos antes de la inauguración.

Agustín, Vicente, Rocío y Miru son compañeros de colegio. Todos tienen nueve años y hace uno o dos que comenzaron a asistir a la escuela de música. Agustín y Vicente tocan el chelo, mientras que Rocío y Miru tocan el piano. Como ellos, varios niños han comenzado sus estudios musicales desde pequeños. Dos veces a la semana salen del colegio para ir hasta el centro juvenil de la iglesia de Hanga Roa, donde se desarrollaban las clases de Toki. Si bien ahora van a tener que ir un poco más lejos para las clases, cuentan con un edificio completamente diseñado para ellos.

El edificio construido por Toki pretende convertirse en un centro integral, ampliando las disciplinas para ofrecer a la comunidad. Mahani Teave ya tiene las prioridades claras: la primera asignatura será el idioma Rapa Nui. “Porque está en vías de extinción. Queremos enseñarlo de una manera más dinámica, en terreno, plantando, pescando, paseando, jugando. Hacer otro formato, además de reforzarlo a través de la música, de los cantos ancestrales y las historias de los ancianos”, cuenta Mahani con las manos sobre el vientre que alberga a su primer hijo.

Otra disciplina en potencia es la navegación ancestral, la cual usa la posición de las estrellas como guía para las embarcaciones. Dos miembros de la ONG Toki viajaron a Nueva Zelanda a aprender esa técnica, ya que en la isla no queda gente que la conozca. La idea es recuperarla y transmitirla a niños, jóvenes y adultos que quieran utilizarla, como hicieron sus antepasados.

La escuela funciona con energía solar.
La escuela funciona con energía solar.

Para agregar más clases, hay que tener más profesores, lo que implica un proceso de evaluación. “Hay que seleccionar con mucho cuidado, porque la idea es que sean profesores de muy buena calidad y que también estén acá con un interés realmente genuino por el proyecto y no sólo por una vida fácil en un lugar con buen clima”, afirma Teave. Esta opinión es compartida por los miembros de la ONG y por algunos pascuenses, quienes ven en el aumento de extranjeros y chilenos continentales una carga para el ecosistema de la isla. “La isla es un pequeño planeta, tenemos problemas medioambientales y la delicadeza de una cultura en peligro”, explica la pianista.

El día posterior a la inauguración, cuando ya quedan sólo cinco asistentes, se reúnen alrededor de una improvisada parrilla para cantar y reír. Se sientan en las sillas aún mojadas, mientras Enrique Icka toma su guitarra. Todos se conocen; son rapa nui o voluntarios que han colaborado en la construcción y que ya se han integrado a la comunidad. Al pequeño planeta que menciona Mahani. Solo algunos de los espectadores corean las canciones de Icka, porque no todos saben hablar rapa nui. Al igual que el idioma, los fundadores de la escuela tienen claro que estará en sus manos la responsabilidad de sostener en el tiempo el proyecto que acaban de comenzar.

Arquitectura de la escuela

  • 750 m2
  • Paneles solares en el techo
  • Tanques recolectores de aguas lluvia
  • Base del edificio: 1088 neumáticos, 800 cajas de cartón y piedras
  • Paredes revestidas de 3600 botellas de vidrio, 6000 de plástico y 1700 latas de aluminio
  • 6 salas, 1 auditorio, 1 estudio y 1 cocina
  • 8 Pilares del centro del edificio: cada uno sostiene una piedra de lugares sagrados de la isla
  • Huerto ecológico frente a la escuela

Sobre la autora: Macarena García Charad es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje como colaboradora de Km Cero.