La disciplina de la mente: el invisible trabajo psicológico detrás de los Panamericanos

La disciplina de la mente: el invisible trabajo psicológico detrás de los Panamericanos

Más de 8.000 deportistas compiten en 39 disciplinas distintas en los Juegos Panamericanos. La mayoría lleva preparándose físicamente desde los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Pero fuera de las canchas y de las pistas también hay tarea, pues el trabajo psicológico es clave para los atletas. Después del retiro en los últimos juegos  por motivos emocionales de la estadounidense Simone Biles, la mejor gimnasta del mundo, se volvió evidente que la fortaleza mental es una prioridad. A pesar de la evidencia, «en el deporte chileno, el psicólogo deportivo es el último eslabón”, afirma un especialista.

Por Nicolás Silva (@nsilvam39)

Editado por Matías Langerfeldt (@cholder___)

Una de las grandes interrogantes en la previa de Santiago 2023 fue la posible presencia de Simone Biles, la campeona olímpica de gimnasia en los JJ.OO. de 2016 y seis veces campeona del mundo en all-around, entre otras distinciones. La noticia no solo era que la estadounidense podía venir a Chile, sino que además volvería a competir tras 2 años de inactividad: en 2021, el año en que se celebró Tokio 2020 pospuesto por la pandemia por COVID-19, sorprendió al mundo tras no presentarse a la final de barras asimétricas. La Federación Estadounidense de Gimnasia comunicó que Biles no estaba en “el lugar mental” idóneo para seguir participando. Tampoco participó de las finales de suelo, barra y barra asimétrica. En conferencia de prensa explicó, sin soltar una lágrima y con gran aplomo, que su decisión pasó por la presión que sintió en las pruebas iniciales. «No quise perjudicar al equipo con una mala actuación y que perdieran la opción de llevarse una medalla”, dijo Biles. 

El capítulo terminó con la multi medallista anunciando un retiro indeterminado por una depresión. ¿El motivo? Una serie de abusos perpetrados en su contra por Larry Nassar, antiguo médico del equipo estadounidense de gimnasia. Finalmente, Simone Biles no aterrizó en Pudahuel, ya que decidió volver al circuito competitivo en el Mundial de Amberes, que terminó hace pocos días. Dos años de ausencia que visibilizaron lo crucial que es la salud mental dentro y fuera de la cancha para los deportistas.

 

 

Pero Biles no fue la única damnificada de Tokio 2020. Luego de su participación en los mismos juegos, el pesista chileno-cubano Arley Méndez se quebró en plena transmisión oficial de TVN: “Me voy a retirar. Tengo muchas complicaciones, ya no me siento a gusto. No doy más”.

Sólo dos meses antes, había estado en el ojo del huracán tras dar positivo en un test de dopaje por consumo de marihuana que lo dejaba fuera de sus primeros JJ.OO. Pero su defensa apeló y redujeron la sanción: la prohibición de competir acabó tres días antes del inicio del certamen. 

El medio nacional esperaba una medalla de Méndez, quien fue campeón mundial de halterofilia —levantamiento de pesas— en 2017. La entrevista post prueba, que prometía ser una fiesta, era ahora una despedida en vivo: “¿Es por el tema del doping, del consumo de marihuana?”, contra preguntó el periodista. Arley confesó “eso lo hice de adrede”. Llorando, reiteró: “yo no quiero levantar más pesas… Llevo meses cansado de esto, estoy sufriendo con dolores y depresiones. Mi carrera se ha ido a la mierda”.

Tras competir en Tokio, otra chilena, la exponente del canotaje María José Mailliard, señaló que le hizo falta su psicóloga. Recién dos años después de estos juegos olímpicos, confesó que antes de Tokio falleció su abuela. Además, acusó violencia psicológica por parte de su entrenador en el mismo periodo. “Necesitaba a mi psicóloga tanto en el proceso como durante la competencia». Tras sus primeros juegos, hoy afirma que su resultado final no pasó sólo por su destreza deportiva.

Pero… ¿cómo entrenar la mente?

“Estás en un bosque, no ves nada, estás de noche, tienes una linterna de mano y una brújula. Tu entorno te dice que no ves nada, tienes que usar una linterna de mano, no te ayuda mucho, pero en la brújula tienes tu norte, sabes para dónde vas, entonces si tienes claro para dónde vas, es más probable que seas capaz de aguantar el entorno”. Así grafica Esteban González, atleta de Team Chile, la agrupación que reúne a los deportistas olímpicos chilenos, lo que es la salud mental deportiva para él. Este psicólogo y especialista de 1500 metros planos suelta esta reflexión minutos antes de iniciar su rutina física, a las afueras del Club Deportivo Universidad Católica. Sostiene que se trata de una habilidad que se va entrenando y que la dureza mental implica saber sobreponerse a la adversidad “como una flexibilidad rugosa”. Para él, la capacidad de adaptación a las circunstancias combinada con una fuerte convicción son la clave hacia el éxito. Un éxito particular, que no se mide con medallas ni cronómetros.

 

Esteban González en la premiación de los Juegos Bolivarianos de Valledupar 2022, tras obtener el bronce en los 1.500m. Foto: Óscar Muñoz Badilla (@fotografiadeportiva en Instagram).

 

El psicólogo deportivo del Centro de Alto Rendimiento (CAR) Antonio Ceresuela asegura que un deportista no cambia su capacidad técnica de un día para otro, sea para mejor o para peor. Sin embargo, la psiquis sí puede llegar a afectar una performance de manera súbita. «Son deportistas que compiten en niveles muy altos, entonces la inseguridad entra al tiro”. Por su lado, la hoy campeona mundial Maillard enfatiza: «el apoyo psicológico es importante sobre todo cuando se tienen problemas externos al deporte. Es importante en el proceso y también a la hora de competir”.

 

María José Maillard posa con su medalla de oro tras coronarse campeona del mundo de los 500m de canotaje. Foto: @cotemailliard (Instagram personal).

 

El costo del resultado en los Panamericanos

Competencias del nivel de los Panamericanos son las que validan si es que los atletas de las distintas disciplinas pueden optar al Sistema de Becas para Deportistas de Alto Rendimiento (PRODDAR), un pago mensual que el Instituto Nacional de Deportes (IND) entrega a quienes “hayan obtenido un logro deportivo destacado a nivel internacional”. Este beneficio también incluye a los cuerpos técnicos.

“Por supuesto que les genera mucha ansiedad”, asegura Ceresuela. González agrega que, aunque le permite sustentarse, “no es suficiente”. Para él, el atractivo principal de Santiago 2023 es la exposición mediática que supone un escenario así, lo que puede atraer la atención de privados que financien de manera particular a los deportistas a través de auspicios o donaciones.

En Chile, el único deporte que obliga a una relación contractual entre los deportistas y sus clubes es el fútbol, que cuenta con 1170 jugadores profesionales al día de hoy. En su mayoría son hombres, aunque actualmente la actividad femenina está en proceso de profesionalización. El mediofondista González es claro: “tú te tienes que mover por ti, nadie te va a ayudar”. Pese a esto, su esperanza es que el atletismo se profesionalice y que así existan herramientas suficientes para vivir de la actividad.

Ceresuela afirma que la mayoría de los deportistas invierten todo lo que tienen (o pueden) en lo esencial para competir en sus disciplinas. “Entonces, obvio que el psicólogo pasa a ser la última prioridad”. Así, el sistema llega a provocar una situación paradójica: la necesidad del incentivo económico genera una ansiedad y una angustia que no pueden tratar, justamente por no contar con los fondos.

Por otra parte, González cuenta que la conexión con la federación ha sido poca. Si bien, ha habido ciertas reuniones donde se han presentado los criterios técnicos sobre las necesidades a largo plazo, dice que nada se ha concretado. Cuenta que hace cuatro años se debió haber presentado un proyecto que nunca llegó a puerto. “Hubo una escala con ciertos criterios para entregar supuestos apoyos [psicológicos y económicos], pero de eso nada ha pasado”. Aunque el psicólogo y atleta también señala “ahora tenemos la oportunidad de que Chile reciba los juegos, yo creo que es un avance muy grande porque se ha invertido”. Tanto para Ceresuela como para González, los Juegos Panamericanos representan una luz de esperanza, por ser el nivel de inversión que ha significado en el deporte nacional. Esperan que esto se vea reflejado no solo en infraestructura, sino que en mejores condiciones para los deportistas a futuro.

Respecto a la salud mental y apoyo psicológico de los deportistas, María José Mailliard reconoce avances en el apoyo entregado por el IND, aunque sigue dependiendo del trabajo con su psicóloga particular. Por su parte, el Comité Olímpico de Chile (COCh) señala en su sitio web que tienen tres psicólogos en su equipo. Según Ceresuela, se enfocan en los deportistas paralímpicos. Pero ninguno de los tres cobra por este trabajo; es ad honorem. Si bien hay especialistas que trabajan en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) y en el IND, la mayoría de quienes atienden lo hacen pagados por los clubes privados o por los mismos deportistas.

«El deporte chileno tiene la estructura de que el psicólogo deportivo es el último eslabón. Si (los deportistas) consiguen ingresos, primero buscan un lugar para entrenar, después un preparador físico, después un kinesiólogo y por último, un psicólogo”, concluye Ceresuela.

El elefante en la habitación 

En los deportes que no son de equipo, la soledad es algo muy común, según el atleta Estaban González: “es un factor de riesgo sobre todo en el deporte competitivo”. Para la canoísta María José Mailliard su psicóloga no es solo un apoyo profesional, es una compañía. “En Tokio me faltó eso”.

Hace poco, González asistió a una junta con otros deportistas durante las Fiestas Patrias. Se trató de una celebración privada, un carrete entre pares. Señala que antes de ese día, no habían tenido un espacio para hablar entre ellos. “Conversamos de la incertidumbre y de la soledad de cara a los Panamericanos; la poca certeza de si nos iban a nominar o no”. Finalmente, Esteban no fue considerado por la federación para la cita pese a cumplir con los requisitos deportivos para participar.

Antes de entrar a San Carlos de Apoquindo, con su bolso al hombro, se detiene y realiza una analogía sobre la visibilidad de la salud mental entre pares: “el elefante en la habitación es una expresión que se usa cuando hay mucha gente que sabe que hay algo que está ahí, pero nadie quiere hablar de él”.

 

El Team Chile durante una actividad previa a los Juegos Panamericanos en el Palacio de La Moneda. Foto: Santiago 2023 (@santiago2023oficial en Instagram).

 

Sobre el autor: Nicolás Silva (@nsilvam39) es estudiante de 4º año de periodismo y, en paralelo, de 1er año de geografía. Se perfila como periodista musical y/o de investigación.

Sol Serrano, historiadora:  “Yo no me hubiera dedicado a la historia de Chile sin el golpe de Estado”

Sol Serrano, historiadora: “Yo no me hubiera dedicado a la historia de Chile sin el golpe de Estado”

Ganadora del reconocimiento Monseñor Carlos Casanueva de la UC, la Premio Nacional Sol Serrano es una historiadora con 46 años de trayectoria. Columnista en Hoy, una de las primeras revistas de oposición a la dictadura de gran tiraje del país, repasa cómo su paso por este medio a fines de los setenta y principios de los 80 marcó su carrera y vida. “Lo que quedó de mí… para mí, fue lo que escribí en la revista Hoy”.

Por: José Gubbins Correa @josejo.se                                                             

Sentada en un sillón de un cuerpo, en un salón de su departamento frente al Parque Forestal, con la vista fija en el documento impreso que tiene en la mano, Sol Serrano relee una de sus columnas en la revista Hoy, una de las primeras revistas de oposición al régimen militar de gran tiraje.

“Súbitamente comprendo que tengo respuestas para todo. Cuando me dicen orden, yo digo libertad. Cuando me dicen balanza de pago, yo digo costo social. Cuando me dicen democracia protegida, yo contesto soberanía popular. Son verdades profundas que convertiré en un manual de educación cívica si no las repienso en mi fuero interno a partir de las nuevas experiencias. Pero me siento anquilosada. Porque he olvidado cómo se piensa de verdad”.

La columna se titula “Déjenme dudar” y se dedica a denunciar el pensamiento reactivo que se daba en la época de la dictadura. Luego de leer, Sol deja el papel sobre una mesa para luego decir: “Y eso es. Eso fue. Eso no ha cambiado. Esa soy”.

Sol Serrano Pérez, hoy con 69 años, es una de las más influyentes historiadoras del país. Premio Nacional de Historia en 2018 y premio Monseñor Carlos Casanueva en 2023, se licenció en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile en 1977. Hizo un Master of Arts en la Universidad de Yale y un doctorado en Historia en la misma Universidad Católica. Sus trabajos más importantes están repartidos en los liceos y universidades a lo largo del país, como el documental “Nuestro siglo” de TVN, o el libro “Chile en el siglo XX” .

—¿Se sigue sintiendo igual a lo que dice en esa columna?

—Parece. Sí. Absolutamente, lo podría escribir tal cual. Y peor todavía, quizás.

Sol entró a estudiar Historia en 1972, pero un año y medio después, en julio, salió del país y se fue a Europa, angustiada por el ambiente polarizado y la tensión.

“Justo me tocó ver toda la llegada de los exiliados. En distintas partes”.

Luego del golpe, Sol, a un océano de distancia, decidió volver a su país y dedicarse a la historia.

“Ese viaje me hizo muy bien para saber al menos lo que no quería. Y lo que no quería era andar dando vueltas por el mundo, ni menos fuera de Chile […]. Yo quería estudiar en Chile. Pasara lo que pasara”.

—¿Y siempre quiso estudiar Historia?

—No. No sabía mucho qué era esto. Cuando volví me puse a estudiar muy seriamente… y me enamoré de la disciplina […]. Bueno, yo no me hubiera dedicado a la historia de Chile sin el golpe de Estado, o sea, ese fue como el hito que me hizo decidir.

Sol volvió en 1974 para retomar sus estudios en Chile y en la UC. Pero no era el mismo Chile, ni la misma universidad. Según ella, en el país, la opinión en la universidad se había perdido, por miedo o desinterés.

“(Estaba) muy angustiada, de qué cresta podíamos hacer. Y entonces, con la Sofía (Correa), nos dijimos que por qué no hacíamos una revista”.

Sol, junto a Sofía Correa y Nicolás Cruz, entonces sus compañeros (más tarde destacados historiadores) y Jorge Correa, estudiante de derecho y hermano de Sofía (luego político y quien en un futuro se casaría con Sol), fundan en 1977 la revista Blanco. Era una revista casera, pagada por sus mesadas, impresa con roneo y corcheteada por ellos. Blanco era una revista pequeña que incluía un artículo de cada uno de los integrantes, de distintos temas y sin relación entre ellos. A veces uno llegaba con uno de poesía y otro de una opinión de un profesor. Una revista anodina, en palabras de la historiadora.

—¿Cuál era la función que cumplía la revista Blanco en el contexto en el que circulaba? 

—Nada, que opinaran los estudiantes, los profesores, temas universitarios…

—¿Y qué valor tenía para usted escribir ahí?

—Era como hacer algo. Tenía esa necesidad. Sí, hacer algo, eso era. Hacer algo por opinar. Hacer algo por manifestar nuestra desazón y nuestro horror con lo que pasaba. Ahora, no lo podíamos decir así.

—¿Y tuvieron problemas con la circulación de la revista?

—Se empezó a producir un rumor de que se estaba armando una alianza DC-izquierda, siendo yo la izquierda, y esto empezaba a cundir. Creo que habíamos sacado con mucha suerte el segundo número —de la misma forma—, cuando uno de nuestros profesores nos dice que estábamos siendo observados. Nosotros no entendíamos nada. O sea, ¿quién iba a mirar a cuatro idiotas escribiendo una cosa? Porque eso era: una cosa.

Aun así, más allá del rumor y esa advertencia del principio, no hubo problemas para la revista, y siguieron sacando números (de la misma manera artesanal). Esto hasta que la legalizaron.

Cuando legalizaron Blanco, al representante legal, que fue Nicolás Cruz, le llegó una carta certificada de la DINACOS (División Nacional de Comunicación Social), citándolo al edificio Diego Portales, sede del Gobierno.

“Ahí nos asustamos. Le avisamos a todo el mundo, y entonces armamos un cuento. Nicolás se puso chaqueta y corbata, yo me conseguí un maletín de cuero, metimos una revista “¿Qué pasa?” adentro… y todo para parecer los estudiantes perfectos de la Universidad Católica. Estábamos aterrados”.

Sol cuenta que Nicolás tuvo que entrar solo al edificio. Mientras tanto, Jorge se quedó en una casa en Lastarria, contactado con abogados de derechos humanos por si Nicolás no salía. Sofía y ella se quedaron abajo, en la puerta.

“Ahora, ¿cómo fue esa reunión? Se me ha olvidado […] Pero no fue tan grave. O sea, lo dejaron irse… Y cuando Nicolás, a los tres cuartos de hora, salió del Diego Portales, la Sofía y yo, que estábamos de loro, le avisamos a Jorge que no pasó nada […]. Pero ¿tú te das cuenta? Toda esta historia por cuatro páginas hechas en roneo, es una ridiculez”.

—¿Y cómo influyó esta revista en quién es hoy?

—En una cierta vocación pública, pero pública, digo, intelectual. Ahora, el escribir… yo vengo de una familia de mucha escritura, entonces, para mí era cualquier cosa menos lejana. La revista Hoy sí que fue distinto, porque me cambió la vida. O sea, porque fue una exposición pública.

 

Periodismo de oposición y crítico

La revista Hoy (1977- 1989) fue el primer medio de oposición con amplio alcance y tiraje en la sociedad en dictadura. La revista, arraigada en la DC, hacía periodismo de oposición, crítico, pero sin caer en un nicho o en la clandestinidad. En el contexto de finales de los 70, este era el único gran espacio de opinión escrita.

Luego de egresar de la universidad, Sol fue invitada a participar de un grupo de historia joven formado por el ICHEH (Instituto Chileno de Estudios Humanísticos), el cual estaba ligado al mundo de la DC. En este grupo estaba Guillermo Blanco, quien era uno de los fundadores y jefe de cultura de la revista Hoy. “A él se le ocurrió que la Sofía y yo fuéramos columnistas. Nosotras nos queríamos morir”.

—¿Y qué la motivó a decir que sí?

—No tenía chance en esa época… de poder hacer algo y no hacerlo […]. Era mi deber moral. Yo no tenía opción sobre eso.

El primer número donde escribió Sol es el 59, que comprendía desde el 12 al 18 de julio de 1978.

—Escribía número por medio.

—Sí, me costaba mucho, y me demoraba mucho, y sufría mucho. Cada columna me costaba el alma. Hasta el día de hoy.

—En su primera columna en Hoy, “La universidad tiene una pena”, usted cuenta el caso de un profesor que un día colapsó y exclamó fuertemente contra las universidades en esa época y la poca opinión e ideales de las instituciones y sus estudiantes. ¿Cómo se decidió a mandar esa columna como la primera?

—Llegó en una conversación en el café de Campus Oriente. Una amiga mía me contó esta historia y yo dije, ‘está es’ […]. La profesora que dice esto, y que yo lo supe por esta amiga, fue Marta Cruz-Coke […]. Ahí le dije a mi amiga que iba a escribirla. Claro que lo hablé con Guillermo Blanco, y cuando la envié, le dije: ‘a ver, no dejemos ni una huella aquí’. Escribieron “un profesor” en vez de profesora y “alguna vez”, para hacerla más ambigua y menos rastreable.

—¿Ud. pensaba lo mismo que esa profesora en la época?

—Sipo, si éramos todos de oposición. Era verdad que no había discusión, se había perdido. Todos conversaban cualquier cosa, nadie se identificaba con nada.

—¿Y es por eso que escribe estas columnas?

—Un poco, sí. Son todas de crítica. Pero ¿desde dónde uno hacía la crítica? Y en eso, sí, yo discutía en esa época, hasta entre los de oposición […]. No somos mejor oposición por quién grita más fuerte que Pinochet es un asesino. Eso ya lo sabemos. El tema es cómo pensamos. Cómo nos hacemos cargo.

Desde la primera, las columnas de Sol Serrano fueron muy bien recibidas por los lectores de Hoy, tanto así que en muchos números enviaban cartas felicitando a la joven y su escritura.

—¿Qué cree que era lo que les gustaba tanto a los lectores?

—Que no era desde donde se solía hablar. Yo hablé, supongo, desde algún lugar raro, que convocó a personas muy diversas, y entonces… le gustó mucho a la gente […]. Tengo una obsesión por la escritura narrativa, y todas tienen (las columnas) una cierta estructura narrativa, y una parte que es más académica, que es más intelectual, creo. Entonces fue esa mezcla.

—¿Cómo se sentía en ese momento esto de estar en ese único espacio y que sus columnas fueran tan bien recibidas?

—Muerta de susto. Muerta de susto y totalmente asombrada.

—¿Susto de que podía traer consecuencias?

—No, yo no tuve nunca ese susto. No, físico no lo tuve nunca. Laboral, sí, lo tuve. No pude entrar nunca en ninguna parte. Cuando quise, después, en los ochenta, entrar a la Biblioteca Nacional, yo vi con mis ojos un oficio de Enrique Montero, que era ministro del Interior, diciendo que yo no podía entrar en la administración pública […] tampoco pude entrar a la Católica (a trabajar) hasta mucho después.

—Y aparte de esto ¿hubo algún episodio que la hiciera dudar de si seguir escribiendo para Hoy?

—Me complicaba… ser… considerada por otros como una persona pública. Yo era una pinche… nada. O sea, no había relación entre la imagen que yo proyectaba y quien yo era […]. La exposición pública siempre me produjo muchas dudas.

—¿Qué significado tiene hoy, para usted, su participación en esa revista?

—Yo creo que me ayudó en algo que nunca he logrado, mayormente, que era… tener una cierta confianza en mi punto de vista. O sea, en ser yo […]. Yo escribí desde mí, desde mi forma de razonar, y desde mi forma de escribir. Y eso un poco fue lo que se quedó […]. Y me formó en la importancia de la historia. Para mirar variables distintas y complejas. Yo creo que la historia siempre me ayudaba a pensar desde lados… no tan canónicos. Odio los cánones. Aún en la historia […]. Entonces, eso. Yo no representaba a nadie, no pretendía. Nunca me arrogué nada. Porque soy historiadora, por sobre cualquier cosa en la vida.

—Y en su trayectoria como historiadora, ¿dónde entra esta participación en medios, como ser columnista de Hoy?

—De mis experiencias, siempre la llamé una cana al aire. Y me siguen siendo una cana al aire. He tenido ofertas de ser columnista, lo he sido, lo volví a hacer un tiempo. Y la verdad es que no me gusta. Porque… cuando genuinamente creo que tengo algo que decir, escribo. Pero porque genuinamente lo quiero hacer […], pero no soy una profesional de la columna. Yo soy profesional de la historia […]. Entonces, en relación a mi vida como historiadora… confirmó mi vida como historiadora. Confirmó mi vocación académica en el sentido de que no iba a ser un personaje público, ni me iba a dedicar a la política. Claro que nadie me creía mucho.

Sol, en su sillón individual, ojea las fotocopias de sus columnas que tiene en frente. Son fotocopias que una vez le regaló un alumno, y la historiadora confiesa que nunca se dio el tiempo de releerlas.

Sol insiste en que su participación en la revista Hoy no es solo su participación en la revista Hoy, sino que se enmarca en algo más grande, y la revista, en ese marco, está lejos de ser lo más importante.

“Lo que va de fondo, que es todo un largo proceso, es ser parte de la construcción de una sociedad democrática. Y en eso siento una gran, gran gratitud, de haber podido participar. De haber sido muy parte de la construcción del 5 de octubre, del cambio de gobierno y del gobierno de Aylwin. Cuando el gobierno de Aylwin terminó, dije, ‘ahora me puedo meter en los archivos’. O sea, siempre estuve en los archivos. Pero, como diciendo: ‘la política dejó de ser para mí un deber moral’”.

—¿Se siente orgullosa de esa Sol que trabajó por la democracia?

—Agradecida, más que orgullosa.

—¿Y la Sol de esa época se sentiría orgullosa de la de hoy? 

—Sí.

—¿Por qué? 

—Porque no tenía nada de claro si iba a lograr algo…

 

Sobre el autor: José Gubbins Correa es estudiante de periodismo y editor de la revista KmCero. Actualmente cursa su tercer año en la Universidad Católica. 

Monumento de Arturo Prat: antes se robaba las miradas, ahora le roban su espada

Monumento de Arturo Prat: antes se robaba las miradas, ahora le roban su espada

“Muchachos, la contienda es desigual”, dijo Arturo Prat justo antes de saltar al Huáscar peruano en un acto de suprema valentía, sabiendo que era una batalla perdida. Perdió la batalla y perdió la vida, pero ganó la admiración de los chilenos. En 2007 fue evaluado como el personaje chileno más admirado. Numerosas estatuas y monumentos recuerdan al héroe nacional. “Si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”, continuó Prat, sin imaginar que en 2023, le estarían orinando sus pies y robándole su espada frente al Mapocho.

Por Cristinne François Cancino @krisisdevacaciones

Edición por Jorge Murga @powsthuman 

Tienes 10 años. Manuel Montt te beca para entrar en la escuela naval. Ahora tienes 17 y logras capturar la goleta española Covadonga en el combate naval de Papudo. Te ascienden a teniente Segundo. Además, logras ser el primer oficial de marina en obtener un título universitario como abogado. Tienes 31 años y en medio de una guerra naval, saltas al abordaje de una nave blindada, intentando ganar una batalla que ya se veía perdida, aferrándote al honor de la patria y dando tu vida por Chile.

Ahora es 2023, tienes 175 años. Estás hecho de bronce, frente al Mercado Central de Santiago, en una plaza bautizada con tu nombre. Y ahí figuras, con vista a vendedores ambulantes, vagabundos durmiendo en la plaza, y borrachos haciendo sus necesidades a tus pies. Tampoco tienes espada, porque hace unos días te la robaron. ¿Qué se siente ser Arturo Prat en 2023? 

Fue en 1962 que se inauguró la imponente escultura llamada “Monumento a los Héroes de Iquique”, trabajo conjunto de los escultores José Carocca Laflor y Moisés Busquets Montalva, y el arquitecto Gustavo García Postigo, la cual fue ubicada en la ahora conocida como Plaza Arturo Prat, en pleno Santiago Centro.

Santiago era una ciudad distinta. La ubicación de la estatua no fue fruto del azar. Se instaló frente de la bullente Estación Mapocho, ante el ferrocarril que conectaba la capital con ciudades del interior y costeras de la zona central del país.

La escultura se conformó por un gran faro hecho de una piedra verdosa traída de Talca, el cual mide alrededor de 25 metros de altura. Además de una base que tiene una forma piramidal del mismo material del faro, se encuentra, en la parte delantera, la figura de Arturo Prat, que mide tres metros 60 centímetros, acompañado a su lado derecho por el Sargento Juan de Dios Aldea, a su lado izquierdo por un marinero con un hacha y atrás de él, una mujer, alegoría de la República. Estos últimos tres personajes alcanzan hasta los tres metros 20 centímetros y todos están hechos de bronce, o al menos, inicialmente así era.

Arturo Prat apunta con su mano izquierda hacia el mar, y con la otra sostiene una espada que apunta al piso. El Sargento Aldea tiene empuñada la espada. El otro marinero, un hacha. La mujer, un escudo y laurel.

Lo que se creó como una forma de conmemorar a, como bien dice su nombre, los Héroes de Iquique, sujeto de admiración y que se robaba las miradas de aquellos que llegaban a la capital o emprendían viajes a distintos lugares del país por las vías ferroviarias, hoy parece ser una escultura olvidada, en un barrio en donde las condiciones de salud, seguridad e higiene se deterioran cada vez más.

La vista diaria de Arturo Prat en 2023

El héroe nacional, si pudiera mover su cabeza a su derecha, vería el paradero 5 del transporte público, todo grafitado, con botellas plásticas atropelladas y negras, pedazos de bolsas de papas fritas, colillas de cigarros, entre otros restos de basura. Sobre cualquier reja o fierro del paradero cuelgan cientos de prendas exhibidas por los vendedores ambulantes que se han tomado el lugar. No es sólo el paradero, toda la calle está repleta de ellos, algunos con sus carpas para esconderse del sol, otros con un mantel en el piso. Si no fuera por la ciclovía que hay en ese lugar, no se podría pasar, no puedes distinguir si es más fuerte el ruido de los buses al llegar, o el de la masa de personas hablando.

Si Prat se fijara un poco más allá, y si la muchedumbre se lo permitiera, vería que detrás de todos esos vendedores ambulantes está el río Mapocho, que de río poco le queda. El agua es escasa, color marrón, totalmente turbia y con todo tipo de desechos flotando.

Si girara la cabeza al lado izquierdo vería más despejado, aunque las rejas que separan la plaza de la calle Ismael Valdés Vergara, son el perfecto respaldo para borrachos que descansan bajo la sombra de los árboles, o un soporte para amarrar improvisadas carpas de personas en situación de calle que habitan la plaza.

Adelante tiene vista al Mercado Central, que dentro de todo se ha mantenido durante el tiempo. Es una de esas infraestructuras que le dan un respiro a la zona.

Ahora están haciendo una remodelación en el parque, justo frente a él, pero si no estuviera todo cerrado con tablones verdes, vería la estación del metro Cal y Canto y la vista no es mucho más distinta que a su derecha.

Pero no seamos tan pesimistas, no siempre ha tenido esa vista. Basta con revisar las fotos del sector en distintas fechas con Google Maps y nos daremos cuenta de que en 2015 no había comercio ambulante en el paradero, ni grafitis, ni carpas de vagabundos en el parque.

Pero hoy, los trabajadores de negocios del sector ven cómo la inseguridad también ha aumentado, tal como demuestran las estadísticas de la Subsecretaría de Prevención del Delito, en donde la tasa de denuncias y detenciones en 2022 presentaron un aumento del doble con respecto al año 2021.

P.S., inmigrante que prefirió mantener el anonimato por temas legales, trabaja en un negocio que no tiene nombre y que se encuentra a un costado de la fuente de soda “Niza”. Explica que es un sector en donde el robo es común. “Aquí siempre roban. Pasan corriendo y agarran alguna cosa (del quiosco) (…) Es común ver a gente tomando y borracha, a cualquier hora del día”, expresó, además de asegurar que hacen sus necesidades en plena vía pública.

Av. Cardenal José María Caro en  julio de 2015.

Av. Cardenal José María Caro en diciembre de 2022.

El día del asalto de Prat en el Mapocho

En la mañana del viernes 12 de mayo pasado, Génesis Gatica, un trabajador de la empresa municipal Solo Verde, hacía las preparaciones del monumento para la ceremonia del Día de las Glorias Navales. Este mantenimiento consiste en limpiar las estatuas, revisar su estado, pintarla, borrar los grafitis que se le hacen durante el año y retirar las heces de los vagabundos o borrachos con cloro, para quitar el olor de los distintos desechos.

Fue en esta labor que se percató de que la espada de Prat faltaba, o más bien, la hoja de esta, contándole lo sucedido a su jefe, quien avisó a las autoridades, denunciando los hechos al Ministerio Público. Finalmente, según Patricio Cooper, el fiscal a cargo del incidente, fue la municipalidad de Santiago quien se querelló. Sin embargo, él explicó que no se trata de la hoja original de la espada, la cual debió haber sido de bronce, si no que de una hoja de fierro, por lo que supone que la espada original del monumento ya había sido sustraída varios años atrás. La denuncia fue realizada por la espada pero la investigación abarca todo lo que se pudo haber sustraído, señala Patricio.

“Ahora Arturo no podrá hacer el abordaje: se suspende el 21 (de mayo)”, “En Francia los monumentos están custodiados por el ejército, eso no más digo”, fueron algunos de los comentarios que chilenos hicieron en Twitter con respecto a la noticia.

Sin embargo, Arturo Prat estuvo sin su espada por unos días hasta que esta “reapareció”, y se lució durante la ceremonia del 21 de mayo. “Yo mismo hice la espada. Es una platina de hierro. Esa se pule, se pinta y se le hace la forma de espada, si todas las espadas son iguales”, señaló Gatica. 

En la plaza Arturo Prat, “se roban todo lo de fierro”, explicó Gatica, apuntando hacia las tapas de las cajas que guardan los controles de riego y cañería de la plaza. La hipótesis del trabajador es que las personas se roban el material para venderlo a fundiciones, pero ¿cuánto pueden ganar vendiendo fierro?

Pensemos que en primera instancia, si queremos consultar el precio por kilo de fierro en nuestro país, los navegadores de internet automáticamente cambiarán la palabra “fierro” por “chatarra”, como si fueran sinónimo. Esto ya nos da un indicio de que su valor monetario no es importante.

El mejor resultado encontrado lo ofrece la empresa reciclaje San Francisco, a $180 el kilo de fierro. ¿Se justifica que alguien robe una hoja de fierro para conseguir unos 2 mil pesos? Distinta sería la situación si se tratara de la original, hecha de bronce, avaluado en $3.200 pesos el kilo.

Días antes del 21 de mayo, además del robo de la espada de Prat, también falta la espada de Aldea, aunque Gatica aseguró que esa “siempre ha faltado” y al igual que la del héroe nacional, la que hoy en día se exhibe es de fierro, sin embargo, solo se pone para la ceremonia del 21 de mayo ya que por su posición, con su extremo despegado del suelo, es mucho más fácil de robar.

“A las 6 de la mañana del domingo -21 de mayo- yo vengo y pongo esa espada -la de Aldea-“, insistió en que no la pone antes para no arriesgarse a que la roben y tener que “pelear” con quienes puedan reclamar por la pieza faltante.

Por si no fuera suficiente, el escudo y laurel que sujetaba la alegoría de la República tampoco están, pero es difícil determinar cuándo desaparecieron pues los transeúntes que frecuentan el sector insisten en que ya nadie le presta atención al monumento. De hecho, para la ceremonia se repuso la espada de Prat, y se puso la de Aldea, pero nadie se percató de que faltaban otras piezas también.

El monumento el pasado 21 de mayo. Presenta las dos espadas, pero sin el escudo ni el laurel de la mujer.

 

¿Quién salvará a Prat?

Teniendo en cuenta el poco valor monetario de las hojas de las espadas, que hoy son de fierro, la importancia de estas radica más bien en un punto simbólico. “(Arturo Prat) es el ejemplo que tiene la Armada de Chile y el país completo a seguir en todo su accionar. Es un héroe de excelencia, una persona que cultivó los valores, desde el fondo del corazón desde siempre y por tanto es tremendamente importante para todos los chilenos seguir su ejemplo”, expresó el Subjefe del Estado Mayor Conjunto, Vicealmirante Alberto Ahrens, quien encabezó la ceremonia en ese lugar este 21 de mayo.

La investigación del robo, luego de la querella presentada por la Municipalidad de Santiago, y acogida a tramitación el 7º juzgado de Garantía está a cargo del Fiscal Patricio Cooper y la Sección de Investigación Policial (SIP) de Carabineros.

Los responsables, a quienes se les atribuyen delitos de receptación, daño y apropiación a monumentos nacionales, penado por la ley 17.288, podrían ser sancionados “con pena de presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de cincuenta a doscientas unidades tributarias mensuales”,  según señala el artículo 38 de dicha ley. 

“Encuentro que es una falta de respeto con los monumentos nacionales, y personas que hacen eso solamente se condenan. El espíritu de nuestro Chile va por otro camino”, concluyó el Vicealmirante Ahrens, mientras se alejaban, desfilando por la Costanera hacia el Oriente, los destacamentos militares que habían rendido merecido homenaje a los Héroes de Iquique.

 

Mujeres TEA y diagnóstico tardío: los síntomas que no se ven

Mujeres TEA y diagnóstico tardío: los síntomas que no se ven

A partir de los dos años se puede diagnosticar TEA en niños y niñas, sin embargo, existen casos en donde este diagnóstico llega en la adultez, lo que se da mayormente en mujeres. Falta de investigación, estigmas asociados al autismo y diagnósticos erróneos son algunas de las razones que ayudan a que estos casos pasen desapercibidos. Estas son las historias contadas por sus protagonistas.

Por María Ignacia Olave Hola (@mignacia.o)

Editado por Mattias Sandoval Gatica (@mattibenja)

Desde que tiene memoria, Romina Escobedo (33) sabía que algo no estaba bien. Recuerda lo incómoda que se sentía cuando era pequeña y tenían que bañarla. En el baño de su casa había una alfombra azul eléctrico con unos relieves que le daba pánico pisar, y eso la hacía llorar desconsoladamente. “No podía pisarla, ya que tocarla me generaba incomodidad. Pedía a llantos que me pusieran una toalla en el suelo para salir de la ducha”, cuenta. En el jardín infantil demoró un mes en poder entrar a la sala sin llorar, hasta que su mamá le dijo a la directora que tenía que acostumbrarse a la fuerza. Su familia normalizó su forma de ser y de actuar, justificando que su comportamiento era así “porque era una niña”.

Existen diferentes razones por las que las mujeres llegan a enterarse años después de que son parte del espectro autista. Muchas veces ocurre porque se normalizan actitudes que tienen cuando son pequeñas. Según Abel Morales, psiquiatra de adultos de la Universidad de Chile, los criterios y las escalas de medición del espectro históricamente han estado más enfocados en los síntomas de los hombres, y agrega que esto es algo que se está visibilizando hace poco. “Recién se está conversando esta diferencia entre diagnosticar mujeres y hombres. Ahora están más en la palestra los Trastornos del Espectro Autista (TEA), y los y las que nos están mostrando estas diferencias son ellos mismos”, comenta.

Esta falta de diagnóstico hizo que la adolescencia de Romina fuera aún más difícil que su infancia. Sentía que todo le molestaba, se enojaba con facilidad y le parecían tontas algunas actitudes de las personas a su alrededor. Creció escuchando cómo los demás le decían que era rara. “Copiaba las conductas del resto, incluso los tics los terminaba repitiendo. Era difícil estar siempre pensando qué era lo que tenía que decir, cómo me tenía que poner”, recuerda.

Su vida universitaria no fue muy diferente. Logró titularse de psicóloga y comenzar a trabajar, pero aun así no se sentía bien, por lo que decidió ir a terapia. Pasó por tres psicólogos, hasta que el último le entregó su diagnóstico: ansiedad. “Aún tenía un ruidito, ya que esto de no encajar o (cometer) los mismos errores una y otra vez me llamaba la atención”. Con sus conocimientos profesionales, Romina analizó su conducta y se dio cuenta de que tenía dificultades en los vínculos, en el lenguaje y en el manejo de las emociones, características de personas neurodivergentes. Le costó asumir que podría ser eso, ya que tenía muy arraigada la imagen que se muestra en televisión del niño que no habla o del niño genio. Siempre un niño. “Existe una imagen muy caricaturesca del autismo, con rasgos muy marcados que muchas veces no son tan así. Pero es un espectro, tiene un gradiente impresionante. Así como es el universo neurotípico tienes introvertidos y extrovertidos, hay de todo en el TEA también”, comenta la psicóloga.

Algunos especialistas sugieren que las mujeres logran adaptarse de manera más rápida y fácil que los hombres, lo que muchas veces genera que mujeres TEA imiten comportamientos de personas neurodivergentes o logren enmascarar algunas de sus actitudes creando un personaje. Greissy Comte (40), jefa del Servicio de Neurología del Hospital Regional de Copiapó, explica: “Las personas, gracias a su capacidad de adaptación y para poder encajar en la sociedad, tratan de hacer papeles. Tengo pacientes que me dicen: ‘en verdad yo hago un rol, estoy actuando o soy un personaje en tal o cual ambiente”. Esto lo reafirma el psiquiatra Abel Morales: “Las mujeres tienen mayor habilidad para enmascarar los síntomas, ya que comúnmente tienen más habilidades sociales. Es por esto que les resulta más fácil enmascarar y parecer una neurotípica”, explica el especialista.

“Confundimos los síntomas o las manifestaciones con otros trastornos, y esos diagnósticos no son los más acertados. Por ejemplo, es común que pensemos que se trata de un trastorno de ansiedad, cuando en realidad es un síntoma ansioso asociado al espectro autista”, confirma la doctora Greissy Comte. “Cuando te dan el diagnóstico te das cuenta de todo el esfuerzo que haces para sociabilizar y toda esa máscara que tienes, se cae”, dice Romina, quien actualmente trabaja en una clínica psiquiátrica, y dirige la cuenta @mi_saludmental, donde sube información con el fin de educar sobre el TEA a la población neurodivergente. 

La estudiante de Dirección Audiovisual Sigrid Gallardo (22) recibió este año su diagnóstico. Recuerda que en el liceo donde estudió le hacían bullying por sus buenas notas, lo que le causó mucho sufrimiento. La segunda psicóloga educacional que tuvo le diagnosticó desmotivación escolar y se quedó con ese diagnóstico hasta salir de Cuarto Medio. Al entrar a la universidad, pasó por tres psicólogos más. En ese entonces tenía distimia, una depresión crónica, y por eso la derivaron a un psiquiatra. Después de tres meses, le entregaron una respuesta que nunca se imaginó: pertenecía al espectro autista. “Como no hay una representación fiel de lo que es el autismo, no me sentía identificada con ninguna de las personas autistas que había visto”, comenta.  Que le entregaran su diagnóstico le ayudó a entender su condición: “Me decían que era mañosa porque no comía cierto tipo de alimentos o que era mal genio porque la luz del supermercado me molestaba. Ahora recién entiendo que esas cosas tenían una justificación”, dice.

La experiencia de Nora Peña no se aleja a la de Romina o Sigrid. La psicóloga clínica tenía 34 años cuando se enteró de su diagnóstico. Se encontraba realizando su post título sobre psicoanálisis lacaniano, en el que tuvo que hacer terapia para poder aprobarlo, y así comenzó a reconocer lo que le estaba pasando. “En ese proceso me desestructuré, se me cayó toda la máscara que tenía armada. Quedé dos semanas tartamuda después de que supe el diagnóstico. Fue un proceso fuerte, pero también de mucho encuentro y reconocimiento de mí misma”, recuerda.

Cuatro años se demoró en asumir y exponer en sus redes sociales que pertenece al espectro autista, ya que tenía mucho miedo debido a su profesión. A pesar de sus temores, decidió dedicarse a realizar terapia a personas neurodivergentes y a través de la cuenta @espacioautista también educa sobre el tema. 

“Si tú ya llegas 10 años más tarde con el diagnóstico y empiezas a estimular ahí, no va a ser la misma respuesta que si empiezas a estimular a los dos años”, confirma el doctor Morales. “Es por esto que es clave visibilizar estos casos y que los profesionales se capaciten”. 

La importancia de la detección temprana radica en el tratamiento precoz, entendiendo a este no como algo curativo, ya que el autismo no es una enfermedad, sino una condición. El tratamiento está enfocado en mejorar las áreas que están más afectadas por el trastorno, todo esto con apoyo de evaluaciones de terapeutas ocupacionales, psicólogos, neurólogos o psiquiatras. Respecto a esto, Morales menciona: «La detección precoz va a permitir realizar intervenciones que van a tener mayores beneficios a esta edad (dos años), en donde el niño o niña está en desarrollo».