La despedida de Violeta

Ilustración: Cristián Garrido/Fotos: Fundación Violeta Parra

El disco Las últimas composiciones -que en 2016 cumple 50 años, desde su lanzamiento- refleja el lado más íntimo de la artista: un testimonio de sentimientos y dolores, búsquedas y reflexiones de Violeta Parra. El álbum dura 41 minutos y contiene las canciones más famosas de la artista como “Run run se fue pal norte” y “Maldigo del alto cielo” . En 2008, 42 años después del lanzamiento, la edición chilena de revista Rolling Stone lo calificó como el mejor disco nacional de todos los tiempos. Este es el making of de esa pieza fundamental de la cultura musical de nuestro país.

Por Sofía Hidalgo Ulianova

Violeta Parra sube al escenario de la Carpa de La Reina y antes de cantar invita al público a comprar su álbum Las últimas composiciones. Es la primera semana de febrero de 1967 y está a ocho meses de cumplir los 50 años. Violeta está en la cúspide de su carrera, pero siente que su momento ha pasado. Su gran amor, el suizo Gilbert Favre, se ha ido. El proyecto de la Carpa de La Reina falla y le hace sentir que: “sus intenciones han fracasado y las deudas la abruman”, dice Mónica Echeverría, autora de la biografía titulada Yo Violeta (Plaza & Janes, 2011).

“El disco fue grabado en RCA Víctor, pero fue totalmente producido por mi madre, fue ella quien finalmente financió el disco”, cuenta Ángel Parra

El álbum fue lanzado en noviembre de 1966 y fue el único que Violeta grabó con RCA Víctor, sello comercial internacional, desechando el acuerdo previo con EMI Odeón con quienes había producido todos sus discos anteriores. EMI Odeón era el sello con el que trabajaba la mayoría de los autores de la Nueva Canción Chilena. “El disco fue grabado en RCA Víctor, pero fue totalmente producido por mi madre, fue ella quien finalmente financió el disco”, cuenta Ángel Parra, el hijo de Violeta, quien agrega que además la artista fue la encargada del diseño de la carátula, cuyos bosquejos se pueden encontrar en el Museo Violeta Parra.

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La artista fue la encargada del diseño de la portada del álbum, cuyos bocetos se encuentran en el Museo Violeta Parra.

Mónica Echeverría cuenta que al volver de Europa, en 1965, Parra llegó con un nuevo aire. Había expuesto sus arpilleras en el Museo de Artes Decorativas en el Pavillon de Marsan del museo Louvre en París. Un lugar donde muchos artistas terminaban su carrera, ella recién la comenzaba.

Mientras la artista exponía, sus hijos Ángel y su hermana Isabel inauguraban -en Chile- La Peña de los Parra, ubicada en el sector centro de Santiago, a tres cuadras del cerro Santa Lucía, en la calle Carmen 340. Este fue el escenario por excelencia de la Nueva Canción Chilena. Los primeros meses, luego de su regreso, Parra canta y comparte ahí escenario con sus hijos. Pero, como relata su biógrafa: “Violeta necesitaba su propio escenario, sabía lo que era y lo que valía”. Ángel Parra recuerda que a su madre le resultaba insuficiente el ambiente “de moda” de la Peña. Si bien siguió actuando allí, buscaba un proyecto mayor y “más purista”. Así nace la Carpa de La Reina o Universidad Nacional del Folklore, como ella la quiso bautizar. Un espacio destinado a la música, el arte y a la tradición popular.

La Reina entonces, no era lo que es ahora con 90 mil habitantes, tres estaciones de metro y micros. Por avenida Ossa había conventos, quintas de recreo y terrenos agrícolas, era campo que recién se incorporaba a la ciudad. Los caminos estaban sin pavimentar. Solo podían llegar los que tenían auto. Fernando Castillo Velasco, alcalde de La Reina y marido de la biógrafa, Mónica Echeverría, le cede un terreno en calle La Cañada 7800. “Para Violeta, ese lugar remoto casi rural era el terreno perfecto para instalarse. Estaba conectada con la naturaleza y eso a la Violeta le encantaba”, recuerda Echeverría. El 17 de diciembre de 1965 a las cinco de la tarde Violeta con Gilbert Favre inauguran la carpa. Sería el escenario de creación del último álbum que grabó, pero también el escenario que la vio caer. El 5 de febrero de 1967 Violeta se dispara en la sien.

El compositor y profesor de música de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Música, Miguel Letelier, dice ser amigo de la música de Violeta Parra, pero no de sus ideas. En 1965 trabajó para llevar al papel las últimas obras de la folclorista. “Violeta no sabía escribir música y guardaba sus canciones solo en su memoria y en grabaciones”, revela el Premio Nacional de Música: “Las canciones del último álbum de Violeta superan con creces todo lo que se conoce en la tradición folclórica desde el punto de vista de armonía y complejidad musical. Violeta incorpora ahí las armonías disonantes, expresión de tensión, recursos musicales descubiertos recién por Stravinsky y Debussy, aunque ella nunca los había escuchado”, afirma el compositor Letelier. Fueron cinco días de trabajo en su casa en La Reina, desde las seis de la mañana hasta entrada la tarde. Era verano, así que el trabajo fue en el patio, bajo la sombra de un parrón. Cada día partía igual. “La Violeta me ofrecía una copa de vino a la que yo siempre decía que no”, recuerda el compositor.

Letelier describe a Violeta como una arqueóloga musical: “Viajaba a Chile profundo con su grabadora. Cuando fue a mi casa en la Laguna de Aculeo se formó una larga fila de campesinos que venían a cantarle y contarle su historia”.

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Violeta Parra durante su carrera editó 10 álbumes de estudio y luego de su muerte se editaron 18 álbumes recopilatorios y 10 álbumes tributo.

“Viajaba al Chile profundo con su grabadora. Cuando fue a mi casa en la Laguna de Aculeo se formó una larga fila de campesinos que venían a cantarle y contarle su historia”, cuenta el compositor Miguel Letelier.

“Lo que hace Violeta es hacer dialogar el canto mapuche con otros cantos y con su persona”, dice Elisa Loncon académica de la Universidad de Santiago que junto a la profesora de la Universidad Católica Paula Miranda, investigan las conexión entre la música de la compositora y el canto mapuche. “Violeta recoge la diversidad de ritmos y temáticas que luego aplicaría en sus composiciones. Las principales temáticas son la energía de la naturaleza, del amor y del desamor”, dice Miranda. El tema “Guillatún” del último álbum refleja este encuentro.

El amor y la naturaleza son los principales motivos de Las Últimas Composiciones. Patricia Diaz musicóloga de la Universidad de Barcelona y Mónica Echeverría coinciden en que el gran protagonista del álbum es el suizo Gilbert Favre, a quien están dirigidas las canciones. El álbum parte con “Gracias a la vida”. “Este es un himno a la vida, es una canción de amor: Violeta le agradece a la vida por darle al chinito (Gilbert Favre)”, interpreta Diaz.

Violeta tuvo muchos amores y dejó a muchos, pero Gilbert la dejó a ella. A mediados de 1966 él parte a Bolivia a hacer su vida y carrera. Violeta escribe “Run Run se fue pa´l norte”. La canción fue titulada inicialmente “Run Run se fue”. “Ese título era más tajante: se fue sin indicar destino y sería inalcanzable”, postula la musicóloga Patricia Diaz. “La correspondencia que mantuvieron y los viajes de Violeta a Bolivia hacen suponer a la musicóloga que Violeta suavizó la versión final de la canción. Violeta sale en busca de Gilbert en un viaje a Bolivia, como canta y cuenta en “Pastelero a tus pasteles”: “Ya me voy para Bolivia (…)Más vale ave en la mano que cien volando”. Quería tener a su Run Run sin importar cómo. Pero, al mismo tiempo se hace responsable de su partida con “Pupila de águila”: “se lamentaba de que una jaula lo hizo prisionero”. Echeverría cuenta que Parra se arrepentía de haber oprimido a Favre y no dejarlo avanzar en su carrera.

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Violeta Parra junto a Gilbert Favre o su “chinito”, como lo llamaba ella, antes de su quiebre en 1966.

La cantante se da cuenta de que Gilbert no volverá. Un temporal destruye la carpa. La cúspide de la desgracia de la Viola se refleja en “Maldigo del alto cielo”. Nada se salva. Maldición al cielo, a la primavera y a la soledad.

Mónica Echeverría cuenta que el día anterior a su muerte, Violeta visita a su hermano Nicanor para pedirle ayuda para salvar la carpa, su gran proyecto. Nicanor no cree en el proyecto y propone pagarle un pasaje a Buenos Aires, le dice que ahí si podría ser reconocida, pero no le da el apoyo económico para saldar sus deudas. “Cuando encontraron a Violeta muerta, en sus manos había una carta dirigida a Nicanor. El antipoeta hasta el día de hoy la tiene guardada bajo llave y nadie sabe su contenido, algo bien fuerte tiene que tener. Yo estoy peleando para que la haga pública antes de irse”, cuenta Mónica Echeverría.

Alberto Zapicán, el uruguayo que canta con ella “El Albertio”, “La Pupila de Águila”, “Maldigo del alto cielo” y “Una copla me ha cantado”, fue quien la encontró tras escuchar el disparo. Zapicán fue su último acompañante, pero no fue capaz de ocupar el lugar del suizo, como Parra cuenta en una carta a Osvaldo Rodríguez: “él no podía llenar mi alma en pena”.

A cuatro meses del lanzamiento del disco, su título adquiere otro significado. Ahí comienza su difusión masiva. También, su propia historia. Pocos años después, el sello discográfico IRT, una empresa chilena, representante local de RCA Víctor, se queda con los derechos del último disco de Violeta.

Un año después del golpe militar, en 1974, mientras Ángel Parra se encontraba en el campo de prisioneros de Chacabuco, IRT reedita el disco de Violeta con arreglos musicales de Nino García, reemplazando por un cuartero de cuerdas el sonido de instrumentos folclóricos propios de la proscrita Nueva Canción Chilena. Años después, un antiguo ingeniero de sonido de IRT, Pedro Valdebenito ajeno totalmente, según sus propias palabras, a todo lo relacionado con Violeta Parra, se queda con los derechos del disco, al fracasar los esfuerzos judiciales de los hijos de la autora.

La disputa corresponde a los derechos de difusión de las canciones del álbum, que fueron las que posicionaron a Parra como una figura musical reinterpretada en todas las latitudes. “Gracias a la vida” llega a América Latina con el disco Homenaje a Parra de Mercedes Sosa; a Estados Unidos, en inglés interpretado por Joan Baez; y al norte europeo en sueco y finlandés, con la versión de Arja Saijonmaa. Esta última versión acompañó los funerales del asesinado exprimer ministro sueco Olaf Palme y fue coreada por decenas de miles de personas el 15 de marzo de 1986. En Chile, en 2008, la versión local de la revista Rolling Stone reconoció Las últimas composiciones como el mejor disco chileno de todos los tiempos.

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