Iván, el terrible

Fotos: Gentileza de Iván Galaz

El 9 de abril, Iván Galaz (30) alzó los brazos con las manos empuñadas. Había ganado su primera defensa de título del Consejo Mundial de Kick boxing, otorgado el 6 de junio de 2015, en la categoría sub 90 kilos, en el gimnasio de la comuna en que creció y triunfó: Puente Alto. “Crean en el deporte chileno por favor”, fue el llamado del luchador a un país que poco sabe de sus triunfos y su carrera.

Por Francisca Pacheco

Pide perdón por llegar cinco minutos tarde, pide perdón por tener que irse y pide perdón por no poder quedarse más tiempo. Iván “El Terrible”, como lo llaman sus compañeros, no cumple con el estereotipo de luchador. Habla pausado, sonríe, se emociona cuando recuerda el título que defendió y no dice groserías. A pesar de sus 89 kilos y su 1.85 metros de altura, sus alumnos le dicen que es un “osito”. Él mismo afirma que cuando era niño era el nerd del curso: bueno para los números y para estudiar, pero con una gran pasión por los deportes. Oriundo de Puente Alto, empezó a practicar boxeo y artes marciales por una razón muy particular. “Yo jugaba futbol, me encantaba la pelota, pero mi hermano grande jugaba rugby y decía que el fútbol era deporte de niñas. Y yo, idiota, me molestaba y para llevarle la contra me fui a hacer boxeo”, recuerda.

“En Chile, con un universo tan pequeño de competidores, no era difícil ser el número uno, pero yo quería seguir peleando”, dice el campeón mundial.

Iván Galaz vivía en Puente Alto con sus padres y sus dos hermanos, pero tuvo que dejar su casa para seguir entrenando, porque su madre, testigo de Jehová, veía los deportes de contacto como sinónimo de una violencia que llevaría a su hijo por un “mal camino”. Hoy, el luchador considera que entrenar boxeo y posteriormente kick boxing lo salvó. “Donde yo crecí, si no tenías algo en que concentrarte, te perdías”, dice él. “Muchos de mis excompañeros de colegio están muertos o presos”, cuenta.

10469162_775793229180691_8819647299772632691_o
Actualmente, Galaz se prepara para enfrentar el título panamericano en Cancún en octubre y poder clasificar a los Juegos Mundiales de Breslavia 2017.

Cuando Iván empezó a practicar kick boxing hace 13 años, el deporte no era conocido en Chile. Había practicado boxeo y artes marciales cuando un profesor le ofreció enseñarle las técnicas básicas y arreglar una pelea de kick boxing. Después de ese primer triunfo, no lo dejó más. “En Chile, con un universo tan pequeño de competidores, no era difícil ser el número uno, pero yo quería seguir peleando”, dice el luchador. Con el dinero que le dejaba su sueldo como garzón empezó a viajar a Argentina para aprender y pelear en campeonatos amateur. Con pocos recursos para financiar sus viajes, el kickboxer ofrecía hacer aseo en gimnasios a cambio de un par de horas de entrenamiento. Además, pasaba horas buscando en internet videos de sus ídolos en el deporte, en especial el holandés Ernesto Hoost.

“A veces cuando tengo que ir a pelear, mis amigos ponen diez luquitas cada uno y armamos algo”, dice Iván.

Sus compañeros, Sebastián Corral y Felipe Bogaz, kickboxers nacionales, y su entrenador Patricio Álvarez, coinciden en definirlo como un hombre humilde y con gran capacidad física para el deporte, pero más aún, destacan su fortaleza mental y perseverancia. Hoy, Iván es kinesiólogo de profesión, pero está dedicado a las clases de boxeo y kick boxing que lo llevan a diferentes comunas de Santiago: Puente Alto, Cerrillos, La Florida, La Dehesa y Ñuñoa. Su jornada empieza a las siete de la mañana y termina cerca de las 23:30. Disfruta de sus clases y de sus alumnos. Además, sigue una estricta dieta y entrena tres veces a la semana escuchando música de AC/DC y las canciones de Rocky. No tiene cábalas: cree en el entrenamiento, no en la suerte. Tampoco cree en la religión, pero sí en “algo más allá”.

Iván Galaz dando la patada que le entregó el título máximo del Consejo Mundial de Kickboxing (WKO)

***

Galaz espera en un camarín vacío que llegue la hora de salir al ring. No importa el país, puede ser Argentina, México o Brasil, pero siempre viaja solo, porque él financia sus pasajes y estadía. En ese momento es cuando más piensa en el retiro. Se pregunta qué hace ahí, por qué está ahí, y se promete que será la última vez. Se siente cansado y sabe que su carrera y trabajo también son un sacrificio para su esposa, Scarlet Matus. La falta de apoyo económico es otra dificultad.

Los premios en el kick boxing no son altos, menos en América Latina. En categorías amateur se compite por una medalla o un título. Para los profesionales los premios dependen del lugar en que se realiza el campeonato y la cantidad de fondos que reúna la federación organizadora. En países como Estados Unidos, los premios varían entre 2,5 y 5 millones de pesos, mientras en Sudamérica el promedio es de 300 mil pesos o incluso menos. “Yo he perdido más plata buscando este sueño de lo que he ganado”, señala el luchador. El entrenamiento para una pelea dura tres meses y en ese periodo solo los suplementos alimenticios superan el monto del premio.

10431464_795082760585071_3726872883054503037_n
El deportista financia su entrenamiento y sus viajes, a veces sus amigos lo apoyan con dinero.

Actualmente su financiamiento depende de algunos deportistas de buena situación que colaboran, personas que ha conocido y se interesan en el deporte, y sus amigos. Todos ellos lo patrocinan en sus competiciones. “A veces cuando tengo que ir a pelear, mis amigos ponen diez luquitas cada uno y armamos algo”, dice.

Llega la pelea e Iván recuerda por qué está ahí. Recuerda que es bueno y sigue, no entiende por qué, pero sigue. “La única forma de saber por qué es tan apasionante es cuando lo vives. Cuando estás en el ring y te llega el primer golpe. Todo depende de ti y solo de ti. En el ring hay una competencia de espíritu y voluntad”, dice.

De todas formas, Galaz asegura que para él lo más importante es el reconocimiento de sus pares, porque son ellos quienes comparten la pasión con él. No le interesa que todo Chile sepa que es campeón mundial. Dice, entre risas, que es normal que la gente no sepa de sus logros. “En Chile el deporte no forma parte de la vida de las personas y no está entre las prioridades del Estado o los privados”, señala.

“Debo ser el peleador de kick con más logros deportivos, pero en el fondo no tengo nada que me vaya a ayudar en la vida, en un par de años a todos se les va a olvidar quien soy. Yo no tengo casa propia y recién este año pude acceder a una cuenta corriente”, dice el Campeón Mundial.

Iván piensa que para sus alumnos puede ser un incentivo ver que la posibilidad de ganar un título mundial es real, pero no se considera un ejemplo. “Yo no quiero que sean como yo, que tengan que pasar lo que yo pasé”, dice. Les aconseja a sus alumnos que estudien y trabajen, que vean el kick boxing sólo como un hobby. “Debo ser el peleador de kick con más logros deportivos, pero en el fondo no tengo nada que me vaya a ayudar en la vida, en un par de años a todos se les va a olvidar quien soy. Yo no tengo casa propia y recién este año pude acceder a una cuenta corriente”, dice.

Actualmente el kickboxer nacional se prepara para enfrentar el título panamericano en Cancún en octubre, para con eso poder clasificar y competir en Polonia en los Juegos Mundiales de Breslavia 2017, donde compiten los deportes que no participan en los Juegos Olímpicos.

12743724_974317112661634_1295991075124869629_n
Galaz levanta los brazos luego de ganar una pelea de exhibición en el Casino Enjoy en 2013.

***

No todo es kick boxing. Ha visto las ocho temporadas de la serie House M.D al menos seis o siete veces. Siempre le ha gustado el área de la salud, le fascinan la personalidad del excéntrico doctor y los casos que solo él puede resolver. Es fanático del fútbol, la comida chatarra y una buena parrillada…y, según dice también, es fanático de su esposa, Scarlet Matus. Se conocieron hace nueve años estudiando kinesiología en el IP Chile. Hace dos se casaron y viven juntos en la casa que arriendan en Puente Alto.

¿Hijos? No

“No quiero traer un niño al mundo con el deporte que yo hago, porque por más que sea un deporte ¿Qué pasa si me pasa algo y no puedo seguir trabajando y mantener al niño como corresponde? Mi esposa tendría doble responsabilidad, y no lo merece. Me encantan los niños, pero no”, dice el deportista.

Scarlet toda su vida pensó en tener hijos, pero después de casarse, ambos coincidieron en que por el trabajo y la vida que lleva Galaz sería muy difícil. Según dice Matus, en su relación no hay tiempo para un niño y lo pasan bien solos, aunque este estilo de vida sí ha traído problemas a su relación. “Lo más difícil es que quedas como lo último en la lista, porque lo primero es su trabajo, los alumnos, los torneos y los viajes y tú no puedes planificar mucho, porque siempre hay algo a lo que no le puede decir que no”, señala Scarlet.

Lo que más le gusta a Iván es viajar. Gracias al deporte ha conocido gran parte de América, pero le gusta más Chile. Dice que si pudiera se iría a vivir a Puerto Varas o Frutillar, pero lo económico vuelve a ser un problema. “Allá es más relajado. Esto de andar siempre corriendo me tiene medio nervioso”, dice. Se ríe y nuevamente pide perdón por tener que irse, porque siempre anda corriendo.

Sobre la autora: Francisca Pacheco es estudiante de Periodismo y escribió este trabajo en el curso Taller de Prensa impartido por la profesora Gloria Faúndez. El reportaje fue editado por José Tomás González en el Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa.