Explorando bajo la tormenta

Fotos por Yerko Roa

En 2005, Benjamín Labatut conoció al poeta Samir Nazal, quien lo guio en la elaboración de La Antártica empieza aquí, una recopilación de siete cuentos publicados por Alfaguara, que muestran mundos de locura, soledad y dolor en los que viven personajes trastornados. Antes de ver publicado el texto, Labatut pasó por un despido, el empeoramiento de una condición genética y la muerte de Nazal.

Por Yerko Roa

El Viejo, así le decían. Como si de una leyenda se tratara, su excompañero de universidad y futuro novelista, Matías Celedón, le sugirió a Benjamín Labatut que fuera a visitar el refugio del poeta inédito Samir Nazal, de más de 70 años. Labatut estaba obsesionado con transformarse en escritor, pero no tenía a alguien que lo ayudara en ese camino. Las llaves caían al interior de un calcetín, desde la ventana del departamento de Nazal en calle Toesca, para que sus discípulos entraran. Por dentro, el lugar era un desastre. El piso del baño pasaba inundado y las paredes estaban cubiertas de polvo y grasa. Las copas de vino, las tazas de té y los libros amontonados navegaban entre el humo del cigarro. Los manuscritos de sus discípulos se apilaban hasta el techo.

El Viejo los recibía con la barba desaliñada, el bigote bañado en nicotina y la camisa agujereada por las quemaduras de cigarro. Las visitas eran escritores a quienes Nazal leía y aconsejaba sin pedir nada a cambio. A Labatut le bastó ver al Viejo para convencerse de que era un sabio. Ese día, cuando el resto de los asistentes dejó la cueva, Labatut y Nazal siguieron conversando hasta las cuatro o cinco de la mañana. Labatut le comentó que percibía el espejismo del lenguaje, se obsesionaba y complicaba con ver más allá en un mundo que era un tejido de historias y más historias y en el que parecía no haber nada concreto. Cuando Labatut estaba por irse, El Viejo le dijo: “Muchacho, tu problema es que eres un escritor”. De ahí en adelante Samir Nazal se convirtió en su principal editor y fue quien lo ayudó a corregir los borradores de casi todos los cuentos de su primer libro.

Pero el Viejo tosió hasta la muerte.

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