El observador de la nueva Constitución

Fotos: Catalina Munita

A fines de 2015 Patricio Zapata recibió una llamada desde La Moneda. La Presidenta Michelle Bachelet estaba al otro lado del teléfono. Lo había designado presidente del Consejo de Observadores y se lo estaba comunicando. Diez minutos más tarde la vida del decano de Derecho de la Universidad de las Américas daría un giro; cambiaría prioridades, rutinas y lo transformaría en un personaje público, 25 años después de haber participado en el gobierno de Patricio Aylwin.

Por Camila Trincado

Es 1976 y en la mesita, al centro del living de la familia Zapata Larraín, se encuentra como ya es costumbre para ellos, un ejemplar de la revista de actualidad política Hoy. Un niño de 11 años la toma y se sienta a hojearla. No entiende mucho, pero se entretiene con sus fotos e ilustraciones. “Nunca hay que olvidarse del poder que tiene un libro o revista en el living de la casa, porque alguno de tus hijos la va a tomar y va a pasar algo en su mente”, recuerda Patricio Zapata hoy, 40 años después, asegurando que su inclinación política viene influenciada directamente por su familia.

Militante de la Democracia Cristiana, profesor de Derecho Constitucional y decano de la facultad de Derecho en la Universidad de las Américas, Zapata agrega hoy otro título a su currículum: presidente del Consejo de Observadores, la entidad dedicada a supervisar y transparentar el proceso constituyente. Si antes le dedicaba un cuarto de tiempo a la vida política, hoy asegura que es casi el 100%. Solo la familia va primero. “Un hombre sabio una vez me pregunto cómo estaba. Le dije que estaba muy feliz y me dijo: ´¿Estás seguro de que no hay nadie que esté pagando para que tu estés tan feliz?’Ahí me pregunté si le dedicaba suficiente tiempo a mi familia, a escucharlos y a acompañarlos y algo cambió en mí”, recuerda Patricio Zapata con una sonrisa en su cara.

Sus acciones reflejan este pensamiento: llegó tarde a la entrevista para este reportaje por quedarse almorzando con su hijo menor Sebastián (18), el único de los tres que siguió sus pasos y estudia Derecho en la Universidad Católica.

El regreso a la vida pública

Una mañana de 2015, Zapata contestó el teléfono y escuchó la voz de la Presidenta Michelle Bachelet al otro lado de la línea. Ella le preguntó si quería ser presidente del Consejo de observadores. El abogado le pidió “unos minutos” para conversarlo con su esposa Cecilia y con su jefa en la Universidad de las Américas. Diez minutos más tarde aceptó el cargo, ya que contaba con el apoyo familiar y económico necesario.

No era algo desconocido para él. En noviembre de 1990, un mes después de dar su examen de grado, entró a trabajar al ministerio Secretaría General de la Presidencia de Patricio Aylwin, asesorando al entonces ministro Edgardo Boeninger. “Don Pato (Aylwin) fue un enorme Presidente… él hacía sentir siempre que lo que uno decía podía ser importante. De alguna manera he tratado de hacer lo mismo en el Consejo y reducir al mínimo mi liderazgo, trato de nunca hablar primero”, aclara Zapata.

Siendo el presidente del Consejo de Observadores, tiene que velar para que este cumpla con su labor, que los diálogos ciudadanos se lleven a cabo de forma transparente, sin presiones ni distorsiones. Para esto, el organismo sostiene reuniones moderadas y lideradas por Zapata, buscando formas que aseguren que los cabildos y el proceso constituyente lleguen a su objetivo final.

Gastón Gómez, miembro del Consejo de observadores confirma esta manera de actuar: “Zapata deja que fluyan las ideas, se muestra siempre muy oyente y aporta con su acción a la atmósfera de consenso que hay en el Consejo”. Héctor Mery, también miembro del Consejo asegura: “Patricio ha tenido la virtud de conducir a estos 15 señores que no siempre pensamos igual para llegar a un acuerdo en que el Gobierno no se meta tanto”.

IMG_4262-Web
Para Patricio Zapata el proceso de la nueva Constitución es algo que debió haber comenzado hace mucho tiempo.

Mientras responde preguntas para este artículo, el celular de Zapata vibra constantemente. Lo mira y corta. “Por esta razón me compré esto”, dice mostrando un celular con pantalla en blanco y negro, sin conexión a Internet. Así puede decidir cuando desconectarse. Su hija Constanza (21) asegura que esto ya es normal. “Lo llaman todo el día, me está yendo a dejar a algún lado y lo llaman los medios, son muy hinchapelotas todos”, comenta entre risas.

Una juventud política

Para Zapata, el mundo de la política ya era conocido. Inscribió su militancia en la Democracia Cristiana a los 21 años. Seis años antes, un discurso había terminado de marcar sus preferencias políticas: fue para el plebiscito del 80. Junto a su familia estaban sentados alrededor de una radio escuchando la Cooperativa, cuando empezaron a sonar las palabras de Eduardo Frei Montalva. “Ingenuamente me acuerdo que seguí por la radio los resultados, pensando que podía ganar el No”, recuerda sobre ese momento que, según él, hizo que lo picara el “bichito de la política”.

Entró a Derecho en la Universidad Católica con la expectativa de encontrar un grupo de personas que pensara como él. Fue candidato a presidente del centro de alumnos dos veces y en 1987 tuvo oportunidad de ser candidato a Presidente de la Federación de Estudiantes (FEUC), ya que había un movimiento transversal dentro de las Juventudes Socialistas que consideraba que Zapata tenía una buena imagen, al estar fuera de los grupos internos de la política. “Yo dije ya, pero no voy a congelar ningún ramo, voy a seguir pololeando, no me voy a hacer cargo de la Confech y no voy a estar todos los fines de semana viajando, me daba una lata soberana”, aclara Zapata. Con esas condiciones, se transformó en el Presidente de la FEUC de 1988.

“Yo dije ya, pero no voy a congelar ningún ramo, voy a seguir pololeando, no me voy a hacer cargo de la Confech y no voy a estar todos los fines de semana viajando, me daba una lata soberana”, cuenta Zapata sobre su candidatura a la FEUC en 1988.

Para Zapata, dos hechos marcaron su paso por la Federación. El primero fue la huelga de hambre que realizó la FEUC por las decisiones del rector Juan de Dios Vial sobre el crédito universitario, que dejaban a más de 400 alumnos sin terminar sus estudios. “A mí nunca me ha gustado la toma, queríamos hacer algo más pacífico. Siempre me ha parecido que es muy fácil comprar las cadenas y cerrar la universidad, para mí eso no tiene ningún valor político, es el atajo”, agrega sobre su decisión de ayunar por 21 días.

También pasó parte del año recorriendo Chile y haciendo campaña para el plebiscito del 88. “Sentía que los estudiantes podíamos hablar con la gente de los pueblos chicos, donde había mucho temor y no había oposición funcionando. Éramos potentes, les decíamos que votaran No y quedaban paralizados”, comenta Zapata recordando sus años universitarios, donde dice haber conocido más de una comisaría. Eso le trajo problemas con sus padres que temían por su seguridad. “Se podría decir que tiene una nostalgia romántica de esa época, nos comenta cómo extraña el interés y acción política de esos años”, agrega su hija Constanza.

Decisión por la academia

Actualmente, su curso de Derecho Constitucional en la Universidad Católica es de los primeros en llenarse en la toma de ramos y como profesor no pasa inadvertido.“Su diferencia con otros profesores es que es cercano, te pregunta cómo estás y se interesa en cómo te va en los otros ramos. La gente lo quiere harto, porque independiente de la opción política se puede hablar con él, es muy razonable”, comenta Benjamín Leyton, exalumno de Zapata.

Esta opinión es compartida por Miguel Fernández, quien también fue su alumno y tiene una postura política contraria a la del profesor. Asegura nunca haberse sentido sancionado por sus opiniones, sino por el contrario, que lo incentivaba a debatir con él. Estos comentarios se ven replicados en la mayoría de los alumnos de derecho, ya que Zapata es conocido por ser abierto en cuanto a sus posturas políticas. Así lo demuestra el “Zapatazo”, una recopilación de escritos de derecho constitucional, historia y textos con visiones de todos los sectores políticos hecha por el profesor. El compendio es lectura obligatoria de su curso y lo suele preguntar en su examen final, interesado también en la opinión personal que los contenidos suscitan en sus estudiantes.

“Yo milito, pero nunca me ha gustado mucho la política de partido. Los grupos internos, las elecciones, honestamente no eran lo mío y siguen sin serlo. Me gusta el terreno de las ideas, eso sí es lo mío”, explica Zapata.

Es profesor, decano, escribe papers y capítulos de libros, y hace asesorías legales a empresas y organismos públicos.“Yo milito, pero nunca me ha gustado mucho la política de partido. Los grupos internos, las elecciones, honestamente no eran lo mío y siguen sin serlo. Me gusta el terreno de las ideas, eso sí es lo mío”, explica Zapata, quien además hace asesorías gratuitas a los senadores y diputados de la Democracia Cristiana.

Ahora vuelve a la vida pública. Así, el niño que leía la revista Hoy y que luego estudió Derecho para hacer cambios, lidera el proceso para una nueva Constitución. “Es el inicio de algo que debimos haber hecho hace mucho tiempo como sociedad”, concluye Zapata con una sonrisa en la cara.

Sobre el autor:Camila Trincado es estudiante de Periodismo y escribió este artículo en el Taller de Prensa impartido por la profesora Gloria Faúndez. El reportaje fue editado por Claudio Alfaro en el curso de Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa. Catalina Munita es estudiante de Periodismo y sacó las fotos para este reportaje como colaboradora de Km Cero