De paso por Chile

Ilustración: Felipe Muhr

El Departamento de Extranjería y Migración entregó 8.381 visas a ciudadanos venezolanos en 2015, un 192% más que en 2014. La mayoría de los migrantes son jóvenes entre 18 y 35 años que buscan seguridad y estabilidad económica. Aunque no saben si la encontrarán en Chile, sí tienen una certeza: no quieren volver a su país en el corto plazo.

Por Valentina Matus

“Jóvenes que se van del país asisten a despedida del único que se queda en Venezuela”, publicó El Chigüire Bipolar, portal satírico de aquél país en octubre de 2010. Para esa fecha, 530.000 venezolanos vivían en el exterior, según un estudio realizado por la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela en 2011, cifra que hoy asciende a 1.5 millones de ciudadanos. El éxodo masivo de los últimos cinco años está marcado por el desabastecimiento, la inflación más alta del mundo y riesgos de seguridad que culminaron con más de 25.000 homicidios en 2015, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).

El precio del petróleo –recurso que entrega más ingresos al país– cayó más de la mitad en un año. En 2014, el barril que costaba US $88, en 2015 costaba US $44. En la semana del 20 de junio de 2015 se registró un costo de US $40, pero alcanzó bajas de hasta $US 25 en marzo de este año, siempre un mínimo de cuatro dólares bajo el promedio de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), según el Ministerio del Poder Popular del Petróleo y Minería venezolano. Esta caída económica se traduce en la falta de recursos que sufre el país bolivariano y una de las principales razones de sus ciudadanos para emigrar.

En 2015, el Departamento de Extranjería y Migración de Chile entregó 8.381 visas, un 192% más que en 2014, cuando se entregaron 2.872.

En 2015 el Departamento de Extranjería y Migración entregó 8.381 visas –de categoría estudiantes; sujetas a contrato; y la más solicitada, temporaria, específicamente con motivos laborales–, un 192% más que en 2014, cuando se entregaron 2.872.

Son profesionales, inversionistas y empresarios que llegan a Chile con dos grandes pretensiones: mayor seguridad y un trabajo que les permita desempeñarse en su área. Su situación en Venezuela era considerada acomodada, pero el costo de vida por la inflación, les quitaba los beneficios de su trabajo, dado que la comida en la situación actual es escasa. Conseguir los elementos de la canasta básica significa horas de filas, que muchas veces culminan sin alimentos. Un reflejo de la crisis es que por robar un celular le han quitado la vida a miles de venezolanos, testimonio en el que coinciden todos los venezolanos entrevistados para este reportaje.

Protestas de los ciudadanos venezolanos contra el gobierno. Fuente: Creative Commons.
Protestas de los ciudadanos venezolanos contra el gobierno. Fuente: Creative Commons.

El Jefe Nacional del Departamento de Extranjería y Migración chileno, Rodrigo Sandoval, señala que los venezolanos buscan estabilidad política. “Eso determina la característica de la migración que proviene de ese país, puesto que, a diferencia de otras partidas, tiene un estándar principalmente profesional, con una gran capacidad de inversión, con recursos disponibles para desarrollar proyectos productivos dentro del país”, dice Sandoval. No obstante, no todos los profesionales que llegan al país consiguen trabajo en su área con rapidez.

“Aquí uno llega con expectativas, ‘mira tengo mi título y voy a conseguir trabajo en mi área’ y chocas con una pared que te dice que no”, dice Edgar Pedroza, que llegó a Chile en 2015.

El 31 de julio de 2015, Edgar Pedroza (33) publicaba en su perfil de Facebook la canción “Pa’l norte” del dúo puertorriqueño Calle 13, donde junto con el video, escribía la cita: “ser un inmigrante, ese es mi deporte”. Dos semanas después, Edgar dejó su natal Venezuela, su familia, su trabajo y sus amigos, pero se dirigió hacia el sur, para llegar a Chile en búsqueda de una mejor vida. “Ya no me alcanzaba para nada. Yo trabajaba para el gobierno y ganaba relativamente bien, pero no había producción, era pura pantalla. Había mucha gente puesta por el gobierno que no estaba preparada para los cargos y ellos ponían frenos”, comenta sobre la salida de su país.

Pedroza es ingeniero electrónico del Instituto Universitario Politécnico Santiago Marina. Al llegar a Chile, la mejor oferta de trabajo que encontró fue de ayudante junior en ventas y reposición en una botillería del sector oriente, donde gana un poco más del sueldo mínimo. Le queda a 45 minutos de su casa en Puente Alto que arrienda con su hermana y su cuñado. “La situación de encontrar trabajo fue díficil. Aquí uno llega con expectativas, ‘mira tengo mi título y voy a conseguir trabajo en mi área’ y chocas con una pared que te dice que no. Cuando no tienes la visa ninguna empresa te contrata y los únicos trabajos que consigues son trabajitos que no te piden papeles y te pagan sueldo mínimo o un poco más, o a veces menos, y en cualquier oficio que tu nunca has hecho pero tienes que hacerlo, para sobrevivir”, argumenta Pedroza.

El ingeniero electrónico recibió su visa provisoria hace dos meses y desde entonces busca trabajo todos los días en su área. Hasta el momento ha ido a dos entrevistas y está esperando que lo llamen para una segunda etapa. De no encontrar algo que lo favorezca, seguirá viendo opciones en otros países, pero no descarta quedarse en Chile y asentarse definitivamente. Un eventual regreso a Venezuela no es opción, a pesar de haberlo considerado. “Los primeros tres meses estaba que me iba, pero después dije ‘y a qué’. Podía conseguir el mismo trabajo que tenía antes u otro mejor, pero el sueldo igual no alcanza, la economía se volvió loca”, relata Pedroza.

Para fines de 2016 se estima que la inflación en Venezuela alcance un 720% y para 2017 podría llegar a 2.200% según las proyecciones semestrales del Fondo Monetario Internacional. El máximo registrado en 2015 fue de 180%, tres veces más que en 2013. Eso trajo como consecuencia no solo el aumento de precios, sino que la desvalorización del bolívar y por ende la baja de sueldos de los profesionales al cambiarlo a dólares.

Este fue el caso de Oscariana Lattuf (25), una doctora que llegó a Chile el 11 de diciembre de 2015. Egresó de la Universidad de Carabobo a fines de 2013. En ese entonces, un médico ganaba US$500 –alrededor de $260 mil pesos chilenos–. En seis meses, bajó a US$200 –$110 mil pesos chilenos– y hoy solo ganan $36, que equivale a $25 mil pesos de Chile, según el testimonio de Oscariana. “Eso fue lo que me hizo tomar la decisión de ir a otro país de Latinoamérica que estuviera mejor, porque obviamente a Venezuela no iba a regresar”, comenta.

Oscariana Latuff, al medio, trabajando en un consultorio de un pueblo rural de Venezuela. Foto: Gentileza de Oscariana Latuff.
Oscariana Lattuf, al medio, trabajando en un consultorio de un pueblo rural de Venezuela en 2015. Foto: Gentileza de Oscariana Lattuf.

La primera opción de Latuff fue irse a Panamá, pero para ejercer como médico debía tener la nacionalidad panameña y solo se la otorgan tras cinco años de residencia en el país, por lo que no pudo quedarse. En Panamá para ganar dinero confeccionaba vestuario para perros. Con esa actividad reunió la cantidad suficiente para comprar un pasaje a Chile, lugar que le llamó la atención por su estabilidad política y económica.

Para que se convalide su título de médico fuera de su país, Latuff debía completar un internado de un año en algún centro público venezolano. Antes de irse a Panamá, solo había completado siete meses, por lo que tuvo que volver a Venezuela y completar los cinco meses restantes. Allí trabajó con escasez de medicamentos y equipamiento para atender a cientos de pacientes que llegaban a diario.

“Yo sola no iba a luchar contra la multitud. Pensaba que hacerlo era desgastarme. Eso también hizo que me quisiera ir. Ver a las personas solamente para decirles, en pocas palabras, que se van a morir con dolor y en poco tiempo, porque lamentablemente nacieron en un país donde los recursos fueron mal administrados, donde ahora están los gobiernos más corruptos. No tenía el corazón para decirles eso y me tuve que ir”, relata Latuff.

Su primera vez en Venezuela fue en octubre de 2015, cuando comenzó a tramitar los papeles para rendir el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina (Eunacom), conocer el país y buscar un lugar para vivir. Tres días después de su llegada, tras su segundo arribo en diciembre, reprobó el examen y sin esta prueba aprobada, no puede ejercer como médico. Desde entonces, Latuff ha trabajado como promotora, vendedora, garzona y transcriptora de exámenes médicos. Desde hace cuatro meses que estaba en contacto con un Centro de Salud Familiar en Los Ángeles, donde llegó a mediados de junio, con el compromiso de rendir el Eunacom.

La tasa de homicidios en Venezuela en 2015, se cifró en 90 por cada 100 mil habitantes, según el Observatorio Venezolano de Violencia. Lo que cataloga al país como el más peligroso de América, al que le siguen Honduras y El Salvador. Los datos indican que uno de cada cinco homicidios ocurridos en Latinoamérica, corresponden a una víctima venezolana. Esta inseguridad ha sido crucial para las personas que deciden emigrar del país, como la doctora Latuff quien comenta:“Es tan peligroso tener algo de valor como no tenerlo, porque si no lo tienes te matan por el hecho de que no tenías algo que ellos te pudieran robar”.

Asimismo, otros venezolanos se vieron influidos por el peligro que corrían en el país, tal como Kenneth Puche (26). “Un día salí del trabajo, me tocaron la ventana del auto a mí y a una amiga del trabajo y nos dijeron: ‘Dennos el celular o les caemos a tiros’. A los dos días, me comprometí con Daniela, a los dos meses nos casamos y a las tres semanas estábamos en Chile”, comenta acerca de su llegada.

“A pesar de que los chilenos piensen que Chile está hecho un desastre, yo que vengo del verdadero desastre encuentro que está excelente”, dice Kenneth Puche, que llegó a Chile en febrero de 2016.

Puche llegó el 18 de febrero de 2016 junto a su esposa Daniela y conocía el país tras haber estado de intercambio en la Universidad Católica en 2012. La convalidación de su título en Química en la Universidad Simón Bolívar, la hizo en Venezuela. “Tuve que hacer un papeleo de dos meses, donde le pagué a alguien de adentro del ministerio para acelerar el proceso. Sin pago podría haber sido cuatro meses o más”, comenta sobre el trámite, situación a la que acceden los venezolanos que tienen la posibilidad. Además, agrega que el pago debe realizarse en dólares, que deben ser comprados en el mercado negro. Si alguien se daba cuenta de esa adquisición, fácilmente podrían asaltarlo y robarle el dinero.

Su vida actual es muy tranquila y distinta a la que tenía en Venezuela. “A pesar de que los chilenos piensen que Chile está hecho un desastre, yo que vengo del verdadero desastre encuentro que está excelente. Te pongo un ejemplo de la ida en bus. Tu novio tarda una hora y tu empiezas a pensar que lo asaltaron, que lo mataron, que lo secuestraron. Esa ansiedad de que no puedes saber, porque no puedes comunicarte con la persona, te llena de nervios y de un estrés permanente. Si lo llamas, la gente se da cuenta que tiene un celular y solo por eso lo podrían matar. La inseguridad es el principal motivo para nosotros”, señala Puche.

A diferencia de Edgar Pedroza y Oscariana Latuff, Puche tuvo más suerte en la búsqueda de trabajo. A los dos días de su llegada comenzó a lavar platos en un restaurante, a la semana lo subieron a garzón y dos semanas después tuvo una entrevista que lo dejó trabajando en la empresa Químicos e Industriales PES. “Me salió una entrevista, hicimos todo el proceso en un día, prueba de inglés, hablar con el gerente general y me dijeron: ‘Bueno, te esperamos el lunes’. Fue un extremo de suerte, suerte que tendrán no sé, una en mil personas”, comenta.

Para los venezolanos, adaptarse a la sociedad chilena no ha sido fácil, dado que encuentran muchas diferencias con las personas de su país natal. “Es una sociedad que la encuentro extremadamente machista. Pienso que a la mujer no la valoran como la deberían valorar. Venezuela es un país muy matriarcal, aquí el trato a la mujer es como si fuese inferior y no igual”, comenta Puche.

Además, ve una marcada diferencia de clases: “Molesta que el chileno le de tanta relevancia al: ‘De dónde vienes tú qué apellido vienes, en qué colegio estudiaste’”. Pedroza agrega:“Se dejan guiar mucho por los colores. Nosotros no tenemos esos problemas de raza, nada más entre estatus sociales y ahora no se ve mucho, pero de colores nada”. Ambos han visto este tipo de situaciones en sus lugares de trabajo o la forma en que los trata la gente.

Oscariana Latuff valora la forma en la que se maneja el país. “Me gustó el orden, que las cosas en general se cumplen, el respeto hacia las autoridades, los carabineros, la estructura que lleva la ciudad. Claro que la gente es muy diferente, es un poco más seria, en Venezuela todo el mundo te sonríe, aunque seas un extraño, en cambio aquí muy poco. Pero fuera de eso, que es algo a lo que uno tiene que adaptarse, porque vienes de otro país, me gustó mucho”, dice Latuff.

“Sabes que lo que extrañas, en el fondo ya no existe, porque ahora lo que hay en Venezuela es devastación, enfrentamientos sociales, inseguridad, hambre, miseria, entonces es como extrañar algo que no está”, dice Oscariana Latuff.

“Acá uno sale y hace frío, y camina a la esquina y hace calor, o sea ¡¿qué pasa?!”, comenta Pedroza, entre risas. La comida la encuentran insípida, donde hay mucha sopa y poco sazón, pero algo que sí les ha llamado la atención, según Kenneth Puche, es la sopaipilla, simplemente por el sabor.

Para todos, el tiempo de estadía en Chile es incierto. Kenneth Puche y su esposa tienen planes de llegar a Nueva Zelanda en un par de años. Edgar Pedroza no descarta quedarse y asentarse, pero constantemente ve opciones en otros países. Oscariana Latuff pretende quedarse en el país, pero evalúa cuáles son las posibilidades para estudiar una especialidad y de tener complicaciones, evaluaría irse a otro lugar.

Todos extrañan su país, pero consideran que es en parte una ilusión, como Puche que relata: “Los momentos con tus amigos y situaciones que tuviste no van a volver a pasar nunca, porque todos están en diferentes partes del mundo”. Asimismo, Latuff indica: “Sabes que lo que extrañas, en el fondo ya no existe, porque ahora lo que hay en Venezuela es devastación, enfrentamientos sociales, inseguridad, hambre, miseria, entonces es como extrañar algo que no está”.

Los tres venezolanos residen en diferentes comunas, con profesiones distintas y proyecciones variadas. Algunos tuvieron más suerte que otros en su llegada al país y la forma de encontrar trabajo. Unos conocían el país, pero otros solo habían recibido comentarios. A pesar de que han vivido experiencias muy disimiles, sí comparten una idea común: a Venezuela no piensan volver.

Sobre la autora: Valentina Matus es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje como parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa impartido por la profesora Gloria Faúndez. El artículo fue editado por Valentina de Marval como en el curso Taller de Edición en Prensa impartido por el profesor Enrique Núñez Mussa.